Terrible tiempo de elecciones

Alfonso Espín Mosquera

A Lasso le quedó muy grande el sillón presidencial. Nunca entendió que mantenerse con su círculo de amigos de Guayaquil, jamás le alcanzó para tener otra imagen, y peor todavía nuevas ideas.

Es verdad que entre la campaña de vacunación y las circunstancias actuales de las islas Galápagos, que esperemos tengan el mejor final, se anclaron todos sus logros; pero francamente desde todo punto de vista hay un fracaso, empezando por la muerte cruzada que es una manera extraña de haberse quitado el peso de la gobernanza y que a la postre, aunque en su momento sonaba interesante, porque parecía que se les ajustaba las cuentas a los asambleístas, cuyo papel había sido menos que mediocre, ahora en una buena parte, sobre todo los más indeseables, los correístas, retornarán de estas “vacaciones”, que han significado estos meses fuera del parlamento.

Lo cierto es que a estas alturas, y hoy precisamente, nos jugamos un nuevo gobierno para un año y medio y, hemos experimentado circunstancias atroces, marcadas por una violencia como jamás había pasado en la historia electoral del país. Hoy tenemos el trágico saldo de un candidato asesinado, el único que fuera capaz de ponerles contra la pared a tantos pícaros que se han feriado los bienes del país como que fuesen de su propiedad.

Ciertamente ponerse  a los hombros tantas investigaciones y sacar a la luz verdades de los grupos delictivos, que nos han llevado a pensar en una narco política ecuatoriana, le costó la vida a Fernando Villavicencio, justamente a tres días del debate presidencial, que más bien fue una suerte de preguntas y respuestas desordenadas, sin que se comprenda el eje conductor con claridad, lo que aún generó confusiones para los conductores, que a ratos estuvieron a punto de perderse.

Se ha perdido la humanidad, pues no es posible que la muerte de Villavicencio no tenga importancia, como para al menos haber colocado en su puesto vacío, un crespón negro que recuerde a los televidentes que se perdió la vida de un ser humano y lo que es peor, que los partidarios de la tienda política más controversial, respecto a las denuncias del candidato asesinado, se permitan impugnar sobre la base de un error o falsedad, a Zurita, reemplazo de Villavicencio, dejando a la luz esa suerte de bajezas politiqueras, a pesar de lo terrorífico e indignante de ese fallecimiento.

Las instituciones políticas nos quedan debiendo, los candidatos también, pues si nos remitimos a esa presentación televisada, que no fue un debate, porque en él se debe confrontar con altura, una vez que se exponen de manera resumida los planes de gobierno, nos quedó claro la  demagogia y poca monta política de González y Armijos, también afloraron las virtudes académicas de Noboa, la  simpleza de Yaku y la exposición en cantidades de Topic; la serenidad de Otto, viciada por el fantasma “morenista-correísta” y una que otra idea de Hervas que no se entendieron cómo las llevaría a cabo; pero nos olvidamos del candidato masacrado y continuó todo como si nada.

Ahora se viene una segunda vuelta y el pueblo ha elegido a Noboa, el candidato más joven, para confrontar el azote de una década. La gente quiere soluciones a la terrible violencia e inseguridad que se ha instaurado en la Patria; quiere una esperanza que le ofrezca la oportunidad de mantenerse en el país y vivir con dignidad.