No interesa la verdad

Alfonso Espín Mosquera

La “democracia”, desgraciadamente, se ha convertido en el ardid de los politiqueros, quienes históricamente echan mano de ella para “lavarse las manos” y  deslindarse de responsabilidades. Tal es el caso de las decisiones “democráticas”, a partir de las mayorías, exista o no razón. Así funciona nuestra Asamblea Nacional, organismo en el que se negocian los votos, sin importar el beneficio del pueblo, sino de algún interés privado. Por eso, para que pueda gobernar un presidente, debe lograr “mayorías legislativas”, si no esa institución se convierte en una cortapisa que se dedica a boicotear los afanes de la Presidencia, sin importar si son buenas o malas para la nación. De hecho ya le anunciaron los de la bancada correísta a Noboa su oposición en los temas legislativos, por haberle capturado a Glas.

En el plano internacional, pasa algo similar, el mundo se alinea detrás de tendencias políticas y se fraccionan los pensamientos, el ideal humano, el bien común, a cambio de un aberrante “espíritu de cuerpo” entre las naciones que se dan de socialistas, por ejemplo y, entonces, al margen de la razón, sus mandatarios toman decisiones que no se enlistan con los principios de honestidad, la buena fe, ni la ética, sino que buscan generar o hacerse sentir como sector político, como acaba de suceder días atrás con el dictamen de López Obrador, al concederle asilo político a Jorge Glas y querer llevárselo a como dé lugar a México, donde están los otros prófugos de la justicia ecuatoriana y así evitarle que cumpla con sus dos sentencias: por cohecho y por crimen organizado.

Lo mismo está pasando en el plano nacional. Lamentablemente a la gente no le importa si una conducta es delictiva, antiética o deshonesta, sino que toma partido en función de quién es y a qué movimiento político pertenece o simpatiza, y entonces justifica cualquier cosa, sin importarle la verdad.

Si el imputado en los tantos casos: Metástasis, Purga, o Plaga, es correísta, sus seguidores están a punto de beatificar y cualquier evidencia, por clara que sea, la refutan y aun a sabiendas que son innegables, se esfuerzan por justificarlas.

Últimamente la verdad carece de importancia. La honestidad es solamente para los “tontos” y muchas personas detrás del éxito, que se traduce en hacer dinero, no tienen reparo, ni se detienen ante nada, ni ante el narcotráfico, con tal de alcanzar el metal y sentirse poderosos.

Los “revolucionarios del siglo XXI” ventilan pública, irresponsable y descaradamente una suerte de mañas para protegerse entre ellos, para tratar de regresar a los prófugos de su movimiento, empezando por su líder máximo y en ese afán, cometen actuaciones que rayan patéticamente en lo falso e inmoral, pero que son aplaudidas por todos sus seguidores, quienes han vivido obnubilados detrás de fantasías y mentiras hasta mafiosas.

Desde la Constitución de Montecristi se fraguaron los deseos del mundo  correísta, que ha querido quedarse eternamente en el poder. A nombre de soberanía, en esa Carta Magna, se manipuló para sacar a la Base de Manta y dejar las costas nacionales desprotegidas y en manos de los narcotraficantes; como se apuntó a favor de una llamada “ciudadanía universal”, que permitió la entrada de todo el mundo: delincuentes, ampones, narcotraficantes para afincarse a gusto en el Ecuador.

El gobierno nacional ha ingresado por la fuerza en la embajada mexicana para capturar a un prófugo de la justicia con dos sentencias en firme y, aunque las consecuencias internacionales nos vengan, será preferible afrontarlas, a mantenernos sometidos y burlados por estas fichas que con el aval de López Obrador, han convertido esa sede diplomática en guarida de ladrones.