Un día más con vida

Alejandro Querejeta Barceló

 Fue en un «tiempo que no podemos entender», escribe Jorge Luis Borges en un poema memorable, cuando Juan López y Jhon Ward «se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel». En «una época extraña», entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, tuvo lugar el conflicto armado entre Argentina y Gran Bretaña por la soberanía de las remotas Islas Malvinas. Estos dos jóvenes, según el poeta, «hubieran sido amigos», pero «fueron enterrados juntos» y, en definitiva, sólo «la nieve y la corrupción los conocen».

Como entonces, el planeta sigue «parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos». Borges, que tal vez tuvo que soportar acres críticas de los patrioteros de turno, cuando en 1985 incluyó el poema en su libro ‘Los conjurados’, precisa que «esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras».

En esa «época extraña», pero en otro continente y como parte del vasto escenario de la guerra fría, aún no concluía la sangrienta y costosa contienda civil de Angola. De esa guerra se ocupa ‘Un día más con vida’, uno de los libros más intensos de Ryszard Kapuscinski. Algunos de los personajes que desfilan por sus páginas se vieron envueltos, al decir del periodista polaco y como en su momento Juan López y Jhon Ward, en una ‘confusão’, término portugués que Kapuscinski traduce como «una situación creada por las personas pero que, sin embargo, acaba por escaparse al control de esas personas, las cuales se convierten en sus víctimas».

En su libro Kapuscinski aborda el fin del dominio colonial en Angola, el dramático éxodo de los portugueses que allí vivían, la proclamación de su independencia, y el enfrentamiento del gobierno del MPLA (Movimiento Popular para la Liberación de Angola) y Cuba, con la UNITA (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola) y el FNLA (Frente Nacional para la Liberación de Antola), apoyados por Sudáfrica, Estados Unidos y China. La guerra de Angola, según se afirma, fue el conflicto armado más prolongado de África y dejó un saldo de un millón de muertos, cuatro millones de refugiados y unos cien mil mutilados.

Uno de los personajes principales del reportaje de Kapuscinski, refiriéndose a los soldados casi niños que defendían la capital angoleña, dice apesadumbrado: «A mí me dan lástima estos muchachos, porque deberían madurar leyendo y escribiendo, para construir ciudades y curar enfermos. Y, sin embargo, tienen que madurar para matar. Tienen que madurar para que en nuestro bando haya cada vez menos tiroteos a ciegas y en el otro, cada vez más muerte».

A Kapuscinski se le acusa de parcialización, de falta de objetividad al abordar el enfrentamiento entre los contendientes. Al serle abordado el tema de la falta de imparcialidad, de objetividad y de búsqueda de la verdad, Kapuscinski consideró que «cuando uno está metido en medio de una guerra, la propia situación hace que se sienta tan compenetrado, tan emocionalmente ligado a sus compañeros de fatigas, que acaba por identificarse con el bando que ha acompañado desde el principio. Por eso toda crónica de guerra está condenada a contener cierta dosis de subjetividad. […] Lo que sí se debe tratar de evitar es el peligro de caer en la ceguera y el fanatismo».

El periodista polaco recuerda que el reportaje de guerra «exige de su autor un enorme grado de implicación personal», que el reportero tiene que hallarse en el centro del conflicto y exponerse a todas sus consecuencias: «A las situaciones de gran tensión, al fragor de las batallas, etc., se añade la incuestionable necesidad de “escoger bando”, con lo cual su objetividad queda excluida por definición».

El primer capítulo de ‘Un día más con vida’, que Kapuscinski es una pieza maestra de la potenciación, vía la crónica periodística, de todo un abanico de recursos literarios. Hay una gran intensidad en la narración del desenvolvimiento tenso y angustiante del éxodo de los portugueses (población civil, policía, bomberos y ejército) y el asedio a Luanda: «La gente huía de Angola como se huye de la peste inminente o del aire fétido que no se ve, pero que siembra la muerte. Luego vendrá el viento, y la arena borrará las huellas del último hombre».

Por último, «aún quedaban con vida los perros», perros vagabundos de todas las razas: bóxers, bulldogs, galgos, dobermans, salchichas, pinschers, cockers spaniels, terriers escoceses, gran daneses, doguinos, caniches. Abandonados por sus dueños, iban de un lado a otro de Luanda en busca de comida. Mientras el ejército portugués estaba en la ciudad, los soldados les alimentaban.

«Al marcharse el ejército, los perros comenzaron a pasar hambre y a adelgazar. Durante un tiempo aún merodearon por la ciudad en caótica manadas, buscando en vano comida. Un buen día desaparecieron. […] Se puede suponer que en la manada surgió un líder enérgico que sacó a la familia canina de la ciudad tocada de muerte». El éxodo de Luanda fue reconstruido el primero por Kapuscinski sobre la base de los despachos que como corresponsal enviaba a la Agencia Polaca de Noticias.

Kapuscinski identificó a la de Angola como la primera de las guerras «sin fronteras, de unos grupos armados que cambian de bando todo el tiempo, robando, destruyendo, ocupando las minas de diamantes y los campos de explotación petrolera y autofinanciándose». Para Kapuscinski la actual guerra contra el terrorismo «sólo se puede ganar introduciendo el estalinismo y entonces sí, en un mes, se gana esta guerra». Y ello significaría, según el periodista polaco «el fin de la sociedad libre».

Como ha sucedido con cada nueva generación que ha cumplido su ciclo en este amedrentado planeta, también a nosotros nos tocó en suerte una época extraña, un tiempo que no podemos entender. Si no se produce un milagro, Juan López y Jhon Ward continuarán, como Sísifo, en un incesante sacrificio de sus vidas. Y la paz seguirá siendo cosa de un instante y, como siempre, una esperanza fallida.