El dilema es, de nuevo, político

Alejandro Querejeta Barceló

El mundo que dejamos atrás, pugna por no quedar atrás. Pero la esperanza no está muerta, a pesar de que, en nuestra tradición local, se juega con fuego. Hasta hace muy poco el crimen organizado campeaba en por sus respetos, imponiendo su ley de violencia y silencio. Ahora hay quienes buscan defender a los terroristas y frenar la difícil y arriesgada acción de la Policía y las Fuerzas Armadas.

¿Es acaso una señal de lo que está por venir? La supuesta ‘independencia’ de algunos de los jueces, por ejemplo, en lugar de servir para preservar los derechos ciudadanos, se usa para beneficiar a aquellos que flagrantemente pisotean esos derechos. En consecuencia, una de las primeras cosas que hacen los cabecillas de esas mafias es tratar de controlar los tribunales y los jueces.

Cuando solo podemos remitirnos a la ley para pensar el mundo, corremos el riesgo de perder el sentido de la realidad. El terreno, por lo que vamos viendo, está plagado de minas. Y las minas más peligrosas aún están por eliminar. Las cabezas de las mafias terroristas aún están en pie de guerra. Y no hay que pasar por alto que la gobernanza criminal no es homogénea ni estática.

Los datos oficiales y la variedad de factores asociados con la violencia, obligan a pensar que el poder del narcoterrorismo en estos momentos está en un repliegue estratégico. Es claro que no se resignará con perder su jerarquía económica, su capacidad de someter y manipular a su antojo al Estado y la sociedad, y de arrinconar y luego doblar las rodillas al gobierno de Daniel Noboa.

Por lo pronto, vivimos una ‘reagrupación’ de fuerzas por parte de los altos ejecutivos terroristas. Es un poder que corrompe la cabeza, el corazón y el alma. Necesita alentar a su favor a quienes den y reciban sobornos, a quienes desvíen recursos y revendan los recursos, a quienes miren hacia otro lado y a quienes exijan una parte a los que reciben esos sobornos.

Por lo tanto, se requieren cambios de fondo, que signifiquen ‘un antes y un después’ en la vida nacional. Es frecuente que los planes funcionen en la mente de su autor pero que se desmoronen cuando se llevan a la práctica. Pactar la seguridad nacional nos concierne a todos. El dilema es, de nuevo, político.

[email protected]