Asamblea, ¿para qué?

Todo conspira para que el país pierda de vista la importancia del Poder Legislativo. Al hacer sus planes de gobierno y compartir sus proyectos con los ciudadanos, los presidentes suelen pasar por alto a la Asamblea Nacional; olvidan que cualquier reforma estructural es imposible sin la aprobación de esta.

El electorado, a su vez, suele regocijarse al desdeñar la función legislativa y adolece de una crónica debilidad por los regímenes de Ejecutivos fuertes y asambleístas timoratos. Igualmente, como se ha visto últimamente, el propio Legislativo contribuye a su desprestigio cuando opta por dedicar su tiempo a aprobar leyes quiméricas o elevar exhortos fútiles en lugar de entregarse al diseño de las soluciones institucionales que el país requiere con urgencia.

El Legislativo suele ser caótico, justamente, porque es el más representativo y auténtico de todos los poderes. Su dinámica resume lo que debe ser una democracia; probablemente bulliciosa y desordenada, pero genuina, justa y legítima a la larga.

Ecuador tiene en este momento una Asamblea Nacional tímida, que se rehúsa a asumir su liderazgo y adoptar su genuino rol de cogobernadora. Esto perjudica a la ciudadanía, a la democracia y, especialmente, al presidente de la República, condenado a hilvanar propuestas sin perspectivas reales de éxito.

Ecuador requiere un Legislativo protagónico, atento a las prioridades del país y dedicado a aterrizar las propuestas de los diferentes sectores y poderes. Sin ello, poco puede hacer un presidente.

 

FRASES DEL DÍA

«La estupidez y la maldad son exactamente lo mismo si es que uno juzga solo por los resultados.”

Margaret Atwood (1939), escritora canadiense

«No se puede ser libre e igual. Si hubiera una libertad absoluta entre los seres humanos la desigualdad sería monstruosa.

Arturo Uslar Pietri (1906-2001), escritor venezolano