Los falsos dilemas de nuestra política

Enmarcar una situación bajo un falso dilema significa limitar erróneamente las opciones posibles a solo dos, cuando en realidad existe un abanico mucho más amplio de posibilidades. En la actualidad, nuestra vida política se encuentra secuestrada por falsos dilemas.

Si centramos la discusión en la gestión del gobierno central, parecería que uno solo puede ser o lassista o correista. Sin puntos medios. Y cualquier opinión a favor o en contra de cualquiera de dichas gestiones significa un encasillamiento inmediato. Cualquier crítica al presente gobierno es catalogada como ser complaciente con el autoritarismo del pasado.

Un ejemplo tan burdo pero tan común como este: hacer una crítica sobre la banalidad del uso del TikTok actual es automáticamente considerado como haber estado de acuerdo con las sabatinas. El argumento se limita a: porque una decisión de comunicación pasada fue mala, la presente debe ser necesariamente buena. Cuando ambas, en sus propios contextos, fueron equivocadas.

En esta falsa dicotomía también se camufla la resistencia a la crítica, y esta resistencia, ya sea por parte del gobierno o sus partidarios, es un error. Una crítica constructiva aporta más al gobierno que el silencio. Una crítica constructiva aporta más a la materialización de nuestras metas como sociedad, identificando qué acción de política pública nos aporta, indiferente del gobierno de turno o de los pasados.

Por eso, estos falsos dilemas le hacen mucho daño a la convivencia democrática de nuestro país, porque en última instancia no nos permite llegar a consensos sobre lo que claramente puede ser una buena o una mala gestión gubernamental. No nos permite valorar las propuestas o las acciones del gobierno por su propio peso, y limita el empoderamiento que los ciudadanos tenemos, en conjunto, como principales veedores del accionar público.