Yunda no dijo ni pío

Cuando ocurrió el rompimiento entre Rafael Correa y Lenín Moreno, le preguntaron a Jorge Yunda con cuál bando se quedaría. Su respuesta fue tierna y astuta: “Es tan difícil la decisión, como cuando a raíz de un divorcio se le pregunta a un niño con quien prefiere quedarse, si con el papá o con la mamá”. Para mantener la aparente imparcialidad, cuando soplaron las brisas bolivarianas en octubre de 2019, y una horda de delincuentes se inflitró en las protestas de los indígenas, según sus dirigentes, con la consigna de derrocar al presidente Moreno, el señor Yunda prefirió no decir ni pío.

Cómo extrañamos los quiteños a los alcaldes que nos han hecho sentir verdadero orgullo y han mantenido nuestra estima en alto. Nadie podría imaginar que luego de la talla de burgomaestres como Jaime Del Castillo, Álvaro Pérez, Sixto Durán Ballén, Rodrigo Paz, Paco Moncayo o Roque Sevilla, pudiera llegar uno que se sienta orgulloso de portar un grillete para evitar su fuga.

Quién podría haberse imaginado que a un alcalde quiteño en funciones se le ordene una requisa fiscal a su domicilio, y que en medio de ésta su hijo niegue tener un teléfono celular que, para su mala suerte, empezó a vibrar debajo de la cama del perro. Es que en ese teléfono estarían las supuestas evidencias de un chorizo de delitos que recaen sobre sus familiares más íntimos.

Hay ocasiones en que uno pierde la oportunidad de quedarse callado, como le ocurrió al señor Arauz, que el año pasado mensajeaba que el secretario de Salud del Municipio de Quito, Lenin Mantilla, ahora involucrado en la supuesta compra de vacunas ‘chimbas’, era un ejemplo de servidor público.

Habría suficientes razones como para destituir al señor Yunda, o al menos para presionarle a que pida una licencia con o sin sueldo, ahora que se han puesto de moda. Pero esto no va a ocurrir porque los compañeros de la Revolución Ciudadana no dan el quórum para tratar el tema. Hay que salvar a este hijo del divorcio, pensarán.

 

Pablo Granja