Viva el cáncer

Hace 30 años me detectaron un grave tumor canceroso. Mi médico, el mejor homeópata del país, joven aún, nervioso me recomendó viajar a México donde su maestro, un sabio que residía en una ciudad muy pequeña. Este me interrogó dos horas y luego me pidió que volviera al día siguiente para poder meditar y darme la medicación correspondiente. Invité a su asistente esa noche a cenar y en la tertulia me dijo que el cáncer era una enfermedad generosa. Me explicó que generalmente da tiempo suficiente para arreglar todos los asuntos, para meditar, para vivir los días que faltan con intensidad, para despedirse de los amigos y seres queridos, y hallar una buena muerte. Con hijos a punto de ir a la universidad, tenía que sobrevivir; durante estas décadas, soy muy agradecido de la enfermedad y de las enseñanzas de esa dama, ya que si bien a uno desde niño le dicen que algún día tiene que morirse de cualquier cosa, solo los que hemos dado la mano a la muerte sabemos respetarla, aprovechar al máximo el tiempo  y hacer todo lo que se pueda para contribuir a una mejor vida del entorno. Quizás estas experiencias en este momento sean oportunas y sirvan de algo.