Parqueadero de la CCE

Es de suponer que la emblemática Casa de la Cultura Ecuatoriana, como su nombre lo dice, pertenece a todos los ecuatorianos y, de preferencia, a quienes hacemos cultura. En consecuencia, no puede convertirse  en un fortín político para  albergar a los descontentos y opositores políticos del momento, ni prestarse a otro tipo de reuniones que no correspondan netamente a la cultura.

A propósito, hace pocos días, en mi calidad de escritora, fui invitada por un grupo de poetas a participar en un importante evento cultural en Quito.

Llegué a la hora indicada bajo un pertinaz y fuerte aguacero y, al tratar de ingresar al parqueadero el guardia de seguridad me solicitó un “ticket para permitirme el ingreso”. Al consultarle de qué ticket se trataba nos indicó que solamente las personas que tienen el ticket, (que son alrededor de unas 30) gozaban de este privilegio y podían hacer uso de este espacio que, según tengo entendido, es propiedad de todos los ecuatorianos  y, como si esto fuera poco, nos ‘sugirió’ utilizar un parqueadero público que queda a ‘pocas’ cuadras, en una terrible tempestad; tomando en cuenta que éramos dos adultos mayores.

Nunca imaginé que este solar, que es legítimamente nuestro, haya sido ‘lotizado’, repartido y entregado (entre gallos y medianoche) a sus parientes, amigos y bienhechores, sin que medie consideración alguna ni para los adultos mayores ni para  los intelectuales que somos los forjadores del arte, la ciencia y la cultura en el país.

Ojalá pronto se den cambios y se analicen, reformen y eliminen estas absurdas  políticas y abusos y, esta señorial e ilustre Casona, patrimonio de los ecuatorianos, cumpla con los objetivos y funciones para los que fue creada.

Fabiola Carrera Alemán