El valle de Uravía (3)

Con el arribo de los españoles a la parroquia de Checa en la época de la colonia, se construyeron dos haciendas, Chilpe Grande y la Tola. La primera fue demolida en búsqueda de tesoros, y la otra es una joya histórica, que se constituye como un preciado recuerdo del pasado y se la puede observar al filo del camino que va de Checa a El Quinche.

Adicional a esas dos haciendas emblemáticas, también se encuentra la Hacienda Uravía Grande,  ubicada en el valle del mismo nombre, cruzada de oriente a occidente por el río Uravía, que nace de los afluentes del Cerro Puntas, declarado área natural protegida.

En el libro “Checa: un pueblo andino, realidades y recuerdos” del profesor Nelson Montenegro Díaz, oriundo de esa población, hay un interesante relato que habla sobre la existencia de unas piedras ceremoniales preincaicas que están en el valle de Uravía, y dice: “Las piedras lloronas en realidad eran dos. La tradición asegura que estas pesadas rocas eras adoradas por las tribus indias que poblaban la planicie, junto a ellas se hallaban las tumbas de los caciques y guerreros”.

Ahí se cuenta que, en las noches de luna llena, estas gigantescas piedras lanzaban al aire potentes gemidos, similares al aullido de una manada de lobos salvajes, que causaban temor entre los pobladores del valle o “uravíes”, siendo esta la señal para que los aborígenes realicen sus danzas  rituales alrededor de las piedras, ofreciendo comida y bebida a sus muertos, y consumiendo abundante  “chaguarmisqui”, bebida ancestral de propiedades curativas que extraían de la cabuya azul, planta endémica  del sector.

Hasta el día de hoy se puede ver en el valle de Uravía una inmensa tola que los lugareños llaman “Culquiloma” o “loma de plata”, llena de restos arqueológicos y osamentas, que se encuentra justamente frente a las “piedras lloronas”, con lo que mágicamente,  la leyenda indígena  se transforma  en una   realidad, la que debe ser preservada por nuestras autoridades culturales, instalando un museo “in situ” en Uravía, para que las nuevas generaciones conozcan esta valiosa memoria histórica de nuestros pueblos ancestrales.

Alfonso López J.