Gran estupor e indignación ha causado en el mundo entero la sorpresiva y trágica muerte de un gran patriota e incuestionable líder de este pueblo ecuatoriano que, por desgracia, carece de esta estirpe de ciudadanos valientes, dispuestos a ofrendar su vida en pos de sus ideales. Este brutal atentado es, nada menos, que el resultado del temor que sienten sus adversarios frente a las continuas investigaciones, denuncias, amenazas y afanes de este ilustre ecuatoriano de acabar con el narcoterrorismo, la corrupción y las mafias enquistadas en el poder que nos mantienen literalmente aterrorizados, impotentes e inseguros.
Con su muerte, Fernando Villavicencio nos deja un enorme legado, constituyéndose en un paradigma y ejemplo de patriotismo, tesón, perseverancia y coraje, cualidades que deberían seguir las futuras generaciones para defender con ahínco sus postulados tratando de buscar la paz, la libertad y el progreso de la tierra que les vio nacer. Todo honor y toda gloria para este insigne patriota, víctima de la incomprensión, la injusticia y la venganza de sus sanguinarios y crueles adversarios.
Este vil y cobarde asesinato nos llena de dolor e impotencia pero, ni por un momento, quisiéramos pensar que, con su muerte perdimos el último reducto que nos queda para salvar a nuestra Patria, porque albergamos la esperanza de que su germen será fecundado y que, de ahora en adelante, surgirán nuevos y valerosos líderes capaces de transformar éste, que hoy es “tierra de nadie”, en un país próspero y pacífico como lo fue hasta hace 15 años atrás y al que añoramos tanto.
Esta luctuosa y fatídica fecha quedará marcada por siempre en los anales de nuestra historia y los asesinos llevarán en su conciencia (si es que la tienen) este horrendo y espeluznante crimen.
¡Nos dueles tanto Ecuador!
Paz en su tumba, Fernando.
Fabiola Carrera Alemán