Nicolás Cortez Cabeza no usa una lancha para ir a altamar y quedarse dos días lejos de casa para tener al pez dorado entre sus manos. Él es parte del grupo de revendedores en tierra. Desde hace unos 25 años se dedica a lo mismo, mucho antes de que en Esmeraldas se construyeran 50 bodegas para pescadores.
El hombre, por su experiencia en la compra y venta de los productos del mar, sabe que la mejor compra se realiza cuando recién arriban las lanchas, por eso está alerta desde las primeras horas del día.
Nicolás es de los que provee el producto a restaurantes y tiendas de la ciudad de Esmeraldas, las que ahora trabajan más con la línea de crédito. “La mayoría de la gente dice que no tiene plata, pero yo tengo que vender, por eso les dejo el pescado fiado y regreso al siguiente día. Me toca tener dos plata: una para comprar y fiar, y otra para hacer nueva compra”, detalla su rutina.
Atractivo y desorden
Comenta que ahora el dorado está en plena temporada de captura, por lo que su precio bajó considerablemente. Recuerda que en temporada baja se suele vender entre 3,50 y hasta cuatro dólares la libra, pero ahora, por la gran cantidad que capturan los pescadores, se llega a comercializar hasta en 1,20 dólares y con tendencia a la baja.
Cada embarcación suele traer hasta dos toneladas del dorado. En la lancha también se transporta hasta el Puerto Pesquero Artesanal de Esmeraldas al pez picudo que actualmente está en 1,80 dólares.
De las 800 lanchas que están ancladas en el dársena, se estima que el 60% se dedica a la captura de dorado, el resto lo hace con otras especies. La actividad comercial en el Puerto es frenética. Unos gritan: “pescado barato, venga, venga”, otros, para atraer al cliente le ofrecen descuentos y la yapa, que consiste en darle un poco más del peso solicitado.
Uno de los problemas que generan los vendedores es que no usan exclusivamente las áreas destinadas para la atención al cliente. El moderno lugar tiene áreas para bodegas, venta de mariscos y patio de comida, sin embargo, algunos argumentan que por no tener clientes optaron por salir al filo de la carretera a ofrecer los productos del mar.
Afectan al turismo
La escena que crean difiere con la belleza natural del entorno, además generan un ambiente de insalubridad, lo cual reduce la posibilidad de usar al Puerto Pesquero Artesanal de Esmeraldas, como una alternativa de turismo comunitario dentro de la urbe.
En el grupo de comerciantes no está el revendedor Nicolás Cortez Cabeza, ya que todo lo que compra lo coloca en un balde, alquila un carro y empieza a repartir en las tiendas donde le fían, incluso ahora que el precio del dorado bajó considerablemente. (MGQ)