La crisis fronteriza de Biden

La situación en la frontera de Estados Unidos y México hoy es efectivamente una crisis. Desde finales de septiembre, unos 15.000 migrantes y buscadores de asilo se están refugiando del sol bajo el Puente Internacional en Del Rio, Texas. Han vuelto a poner la cuestión de la migración en primer plano. Las detenciones mensuales alcanzaron un pico de 200.000 en julio y agosto –su nivel más alto desde 2000-.

Esto era previsible. La situación en Haití, terrible hasta en años buenos, se volvió catastrófica con el caos posterior al asesinato del presidente. Los buscadores de asilo de varias nacionalidades han seguido apiñándose en la frontera. Las deportaciones de Estados Unidos han empezado a subir –una tendencia que hoy está alcanzando su pico. Los esfuerzos mexicanos obviamente son insuficientes, aún si son importantes y muchas veces humillantes. Estados Unidos no puede simplemente rechazar a los haitianos en Del Río. Tampoco las soluciones que se ofrezcan están libres de costos. Biden tendrá que hacer la vista gorda ante el manejo desastroso de la economía y la pandemia por parte del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, así como su subversión del estado de derecho y de la democracia incipiente de México.

La mejor solución inmediata es otorgar un estatus protegido temporario (TPS) a los haitianos que ya han ingresado a Estados Unidos. Un pedido de esa naturaleza, obviamente, debe venir acompañado de recursos para ayudar a estos países a pagar la cuenta por albergar a los haitianos restantes. Otorgar TPS a los haitianos en la frontera probablemente alentaría a otros a venir. Pero la tendencia no duraría para siempre y terminaría deteniéndose, por varias razones económicas, sociales y culturales.

En cuanto a las consecuencias políticas y las perspectivas electorales de los demócratas en 2022 y 2024, una estrategia más humana ciertamente no es peor que la alternativa de meter a niños haitianos en aviones y mandarlos de vuelta a un país sumido en la discordia, la destitución y la desesperación.

Jorge G. Castañeda, ex ministro de Relaciones Exteriores de México, es profesor en la Universidad de Nueva York.

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