Chachóan II

Juan Sebastián Vargas

Hace aproximadamente dos años escribí un artículo sobre nuestro viejo aeropuerto situado en Izamba y me permito nuevamente escribir otro sobre la misma temática que lo he llamado Chachoán II para de cierta manera invitar a la reflexión a las autoridades para que se pueda analizar el futuro de este espacio en donde funciona actualmente el Centro de Investigación y Desarrollo de la FAE pero que lamentablemente gran parte de su extensión se ha convertido en un “terreno baldío” y para ser más certero y práctico en el análisis los ambateños debemos empezar por divorciarnos de las viejas y poco lógicas aspiraciones de contar con un aeropuerto de primer nivel y poner los pies sobre la tierra y es que desde el punto de vista técnico la pista aérea no es apta para grandes aeronaves y únicamente serviría para pequeños aviones o avionetas pues cuenta únicamente con una extensión de 1.925 metros de largo por 25 metros de ancho con la característica de no contar con una pista de carreteo y tampoco con un espacio para una plataforma más amplia para los aviones peor aún para una terminal relativamente decente, adicionalmente la pista se encuentra ubicada junto a un hospital y a una zona cada vez más residencial además que no tiene por donde crecer ya que por un lado tenemos el cementerio y por el otro una quebrada, “en buen romance” la pista no tiene razón de ser mucho más cuando contamos con el Aeropuerto Cotopaxi a 25 minutos y con el Mariscal Sucre a poco más de 2 horas, lamentablemente aún existen personas que quieren darle la vuelta al tema pero con poca coherencia, con el mayor de los respetos por supuesto.

A parte de las instalaciones de esta dependencia de la FAE, esporádicamente aterrizan pequeñas avionetas por lo que definitivamente el lugar es subutilizado sin desmerecer el gran trabajo del CIDFAE, insistimos nuevamente que este espacio debe convertirse en un parque como se lo hizo en Quito o en otras grandes ciudades como el viejo aeropuerto Tempelhof de Berlín que se transformó en una extensa área verde envidiable para cualquier urbe moderna. Es hora de que las autoridades nuevamente traten este tema con la prolijidad que se merece en coordinación con la FAE y la DGAC.