Usar la bici en el centro de Quito puede ser un deporte extremo

En la ciclorruta se encuentran puntos peligrosos, pasos bloqueados e invasión de vías.

Por principios de la física, la bicicleta empieza a ganar velocidad conforme bajo la calle Mejía, en el Centro Histórico. Paso el semáforo en verde de la calle Guayaquil y esquivo a algunas personas que cruzan lejos de los pasos cebra. La luz verde también se enciende en la calle Flores, pero los carros que se quedan cruzados hacen que mi frenazo sea a raya. A la derecha, el conductor del articulado del Trolebús espera que todos los autos se retiren para empezar con sus maniobras para tomar la Mejía.

En la bicicleta, parece que las opciones se reducen a dos: retroceder y esperar o pasar entre los espacios del tráfico antes que el bus articulado. Espero por seguridad pero, cuando logro cruzar, me encuentro con una vía reducida, incluso para los carros y prefiero bajarme de la bici y empujarla.

A pesar de que el mapa de la ciclorruta me muestra que la vía va por ahí, no veo a ningún otro ciclista cerca. El cruce es uno de los puntos riesgosos con los que me encuentro por el Centro Histórico, en una mañana de martes.

Riesgos en el trayecto
A diferencia de las vías para los carros, las ciclorrutas son escurridizas y pueden perderse con facilidad. Las hay de todos los tamaños, unas en la que pasarían tres bicicletas a la vez y otras en las que se puede pasar con dificultad.

En el camino, estar pendiente del mapa es uno de mis retos. Se vuelve más difícil cuando en la calle Tarqui, encuentro una vía cerrada por trabajos en la Asamblea Nacional y tengo que improvisar. Salgo a la Av. Gran Colombia y me cruzo con buses que se apegan a la derecha a recoger pasajeros, carros que se cruzan sin direccional y un ciclista en la Ecovía. Lo sigo, pero el bus del carril exclusivo se acerca con velocidad y me ensordece con un pito prolongado.

TOME NOTA
Las denuncias por infracciones de la ciclorruta se pueden hacer en la Agencia Metropolitana de Tránsito (AMT).Trato de retomar la vía que veo en el mapa pero me topo, otra vez, con mallas que cierran el paso al parque La Alameda. Acelero la pedaleada para llegar al final del parque por donde puedo ingresar. Ya ahí puedo respirar y pensar en la otra ruta que voy a tomar.

De vuelta al Centro Histórico, me encuentro con tres ciclistas en el camino que van con la mirada fija en el trayecto, como si lo conocieran bien. Yo voy esquivando los carros que se cruzan de carril cerca de la Plaza del Teatro y pendiente del trolebús que se acerca.

De lejos, la cuesta de la calle Guayaquil se ve congestionada, no hay espacio para las bicicletas a la derecha ni en ninguna parte más que junto a la vereda, empujándola. Al final de ese trayecto, me da gusto ver en el fondo a la Virgen de El Panecillo.

Hasta la Plaza de Santo Domingo, el trayecto transcurre sin complicaciones aunque en muchas partes los carriles no están señalizados. Pasa así en la calle Rocafuerte en la que los autos se quedan parqueados hasta sobre las veredas.

Otros puntos peligrosos
Salir del Centro Histórico es un verdadero alivio, pero de nuevo tengo que tomar vías alternas para ir hacia el norte. En la Luis Felipe Borja y Tarqui me encuentro con una vía en la que la ruta se reduce a un camino por el que la bici pasa con dificultad.

Cristina Saá, propietaria de uno de los lugares que reparan bicicletas, me dice que por ahí solo hay bicicletas los domingos. Entre semana es raro que pasen unas 10 personas al día. Opina que la ciclovía ahí “no es factible”, primero porque es peligroso y segundo porque los carros no la respetan.

El carril que se extiende en la Av. Amazonas (sector de La Mariscal), es en el que me encuentro con más personas en bicicleta. Al menos 15 en tres cuadras. La vía es amplia y da tranquilidad. Cerca del centro comercial Espiral, un taxi invade la vía para dejar a un pasajero y hace que el espacio se reduzca a 20 centímetros.

Paso con cuidado y sigo hasta la calle Cordero en la que giro a la izquierda para casi terminar mi recorrido. Ahí, me llama la atención que la vía esté pintada justo entre los parqueaderos de la zona azul y la calle en la que circulan los autos. Pasar se vuelve complicado para los ciclistas y para los que conducen como en otros lugares de la ciudad. (PCV)