Los productores de jamón de Norcia resisten pese a los sismos

AFP


La familia Fausti perdió su casa en el sismo de agosto en Italia, así como su pocilga, su taller y su tienda en los temblores de octubre. Pero estos productores del jamón de Norcia, con clientes prestigiosos, no tiran la toalla.

La fatídica noche del 24 de agosto, Ada y Giuseppe Fausti dormían en el primer piso de su residencia cuando un terremoto azotó la región, causando la muerte de 300 muertos y destrozando aldeas enteras.

«Nos salvamos de milagro», reconoció Ada a la AFP. «Pero no sabíamos que era sólo el inicio», lamenta.

Para no abandonar a sus animales durmieron 10 días en el propio automóvil, luego se trasladaron a una tienda de campaña para terminar, los cinco adultos de la familia, en una caravana prestada por unos amigos.

Pero el 26 de octubre, dos temblores fuertes azotaron de nuevo la región, y el 30 sintieron otro.

Esta vez el epicentro fue localizado mucho más cerca de Norcia, una próspera y pequeña ciudad medieval, conocida desde hace tiempo por los jamones, embutidos y salchichas de cerdo.

En muy pocos días, la familia perdió su pocilga así como la fábrica remodelada hace dos años por 200.000 euros y la tienda donde los visitantes podían adquirir el renombrado jamón de Norcia y otras especialidades que producen sus 400 cerdos, todos criados al aire libre y de una rara y apreciada raza autóctona.

«El terremoto nos mató», comentó Ada.

En la pocilga, que albergaba a los hembras reproductoras, veinte animales tuvieron que ser sacrificados. El miedo además afectó a la mayoría de las cerdas supervivientes, que terminaron abortando.

A causa del hundimiento que sufrió el terreno, las tres fuentes que suministraban agua a las 100 hectáreas de bosque donde los cerdos engordaban en libertad se secaron.

Sin la pocilga, las crías padecen frío y están a la merced de los lobos que vagan por esa región de los Apeninos.

La familia Fausti se encontró además con una reserva de poco más de 200 jamones, que corrían el riesgo de dañarse por no contar con un almacenamiento adecuado.

«Sabores intensos»

Sin un seguro apropiado para una zona con tan alto riesgo sísmico, los daños hubieran podido aniquilar por completo las dos décadas de esfuerzos para montar la empresa, que ha obtenido muchos premios por la calidad de sus productos.

Pese a todo, la finca reanudó su producción un mes después y la empresa volvió a exportar sus refinados productos.

Gracias a un pedido lanzado en los medios sociales por Valentina, hija de la pareja, se vendieron los jamones que amenazaban con estropearse rápidamente, se logró reactivar la mitad de la producción y en poco tiempo una nueva pocilga de madera estará lista.

«La solidaridad funcionó bien», admitió Valentina.

La familia no piensa por ningún motivo cambiar sus planes ni abandonar esa tierra.

«Somos gente obstinada», reconoce Ada.

«Hemos hecho un montón de sacrificios. No vamos a renunciar», sentenció.

«Nuestros jamones tienen su propio gusto, porque se producen aquí. No sería lo mismo en otros lugares», aclara.

Su marido Giuseppe explicó que esos jamones – que se venden a 150 euros el kilo-, han sido servidos en la Casa Blanca y provienen de cerdos sacrificados durante el invierno.

«En el verano y el otoño comían bellotas, frutos del bosque, diferentes granos y hierbas, incluso trufas», sostiene.

«Es por eso que los jamones tienen ese sabor intenso», afirma.

Algunos de esos jamones preciosos han quedado atrapados en el sótano de la granja y solo podrán ser recuperados cuando se hayan retirado los escombros de los pisos superiores.

«No me preocupan. La temperatura y la humedad que hay allá debajo es perfecta, serán los mejores jamones», aseguró Giuseppe.