Redacción SANTO DOMINGO DE LOS TSÁCHILAS
Al estar en las comunidades tsáchilas, el viento es diferente al que sopla fuera de ellas. Parece que el tiempo no ha pasado. Sus costumbres están casi intactas y, sobre todo, su cosmovisión no ha sido ‘trastocada’.
La naturaleza es aún su ‘madre’ -ella es su inspiración de vida- y los colores tienen tanto significado, que están impregnados en su vestimenta, en la pintura de su cabeza, en la piel y en su diario vivir.
Emilio Calazacón, guía nativo del centro turístico Mushily, es testigo de esta realidad. Cuenta que la mayor representatividad se encuentra en el arcoíris, plasmado en las faldas que usan las mujeres. Los que más resaltan son el blanco, el amarillo, el azul, el verde y el rosado. Los hombres destacan con el azul y el blanco.
Uno de los matices que más trasciende para ellos es el rojo, que simboliza la vida. Por eso usan el achiote, que –según Calazacón– les salvó de la viruela, por su efecto analgésico. Hoy es su mayor distintivo.
El azul y el negro son la protección, mientras que el verde o el blanco aluden a la jerarquía.
El guía cita que en los rituales, las formas de pintar su cuerpo cambian, dependiendo de lo que se pretenda realizar.
Por ejemplo, cuando el achiote está escaso, los comuneros se tiñen de rojo, con el fin de pedir a sus dioses que no se pierda ese producto.
Educación
“A los estudiantes les enseñan el significado de los colores, con el objetivo de que prevalezcan las costumbres y que desde niños aprendan su cosmovisión”, señala el docente Rafael Aguavil. Otros profesores salen a la naturaleza para mostrarles el achiote, como parte de una dinámica interactiva.
Diana Aguavil, gobernadora tsáchila, está al tanto de la importancia de asentar estos valores. Explicó que quieren reforzar estas enseñanzas por el temor de que la nacionalidad se extinga. Agregó que desean realizar charlas con los padres de familia, para que en sus casas no se pierdan sus tradiciones. (CT/PT)
Una muestra de paz
° A las personas que visitan el centro turístico Mushily, en Santo Domingo, les regalan usualmente el algodón nativo como muestra de paz, durante las ceremonias. Asimismo, ese material es utilizado para elaborar la corona de los ponés (sabios).