‘Escribo para vivir’

La poeta venezolana María Auxiliadora Álvarez se toma su tiempo antes de dar cualquier respuesta.
La poeta venezolana María Auxiliadora Álvarez se toma su tiempo antes de dar cualquier respuesta.

DAMIÁN DE LA TORRE AYORA

La poeta venezolana María Auxiliadora Álvarez se toma su tiempo antes de dar cualquier respuesta. Parecería que, tras 22 años en EE.UU., le cuesta entender su lengua materna. Pero no es así. Ella sabe que el silencio nunca traiciona, por lo que para romperlo se toma su tiempo antes de responder de una manera tan profunda y reflexiva como su obra.

El silencio ha sido su aliado en el camino solitario que ha elegido, un camino donde la poesía se torna central en su vida. Vive en la residencia de la Universidad de Miami, que en realidad queda en Ohio. Ahí imparte clases de Literatura: las letras son su universo.

El pasado julio llegó a Ecuador por segunda ocasión. Durante algunos días recorrió varias ciudades para presentar sus libros ‘Las nadas y las noches’ y ‘Piedra en Ü’, ambos publicados por la editorial española Candaya. Los editores Olga Martínez y Paco Robles la acompañaron por Guayaquil (donde también participó en el Festival Internacional de Poesía Ileana Espinel), Quito y Cuenca.

Un día previo a la presentación en Quito, la lluvia y el frío se rebelaban frente al verano. La poeta recorría algunos rincones del Centro Cultural Benjamín Carrión (CCBC), donde justamente tenía planeado la puesta en circulación de la obra en la capital.

Se dejaba encantar por unos retratos de Carrión ejecutados por Guayasamín -pintor que admira-, y revisaba con detenimiento las dedicatorias de varios autores, como Carlos Fuentes o Vargas Llosa, hacia Carrión en sus libros. Una firma fue la que más la entusiasmó: la de Juan Rulfo sobre una edición de ‘Pedro Páramo’.

En el silencio de la biblioteca del CCBC, Álvarez ‘descongela la lengua’ y comparte detalles de su trabajo poético.

¿Qué representa la ‘U’?

Es la forma de la lengua, desde una vista aérea, que quiere representar al lenguaje; como vivo en un país donde se habla inglés, extraño mucho al español. Me hace mucha falta mi idioma, eso es lo que abordo cuando hablo de una piedra congelada en forma de ‘U’.

¿Qué implica la pérdida del lenguaje?

El lenguaje es una serie de pensamientos. Hay que entenderlo como una manera de pensar, de sentir, de entender que es una cultura: un imaginario colectivo que se construye desde una historia con sus múltiples razones. La lengua, como decía Foucault, es el traje del pensamiento. De alguna manera, eso pierdes.

También el pensamiento se viste con silencios, los cuales son recurrentes en tu obra. También están las ausencias…

Sí, ciertas ausencias me han acompañado y me han permitido llegar, si es que se llega, a la palabra, que es la punta del iceberg. La experiencia es lo que te marca realmente. Sabes, ahora siento que vivo una experiencia espiritual y eso me alegra mucho. Quería dedicarme a la poesía y necesitaba darle el centro de mi vida, que sea la prioridad junto a mis hijos en mi existencia, que no sea nada aleatorio. En EE.UU. entendí que se ofrece la oportunidad de que te dediques a un campo específico y con la posibilidad de cuidar a mi familia, y siento que lo logré.

Si bien llevas dos décadas en EE.UU., durante toda tu vida has estado en continuo desplazamiento. Venezuela, Brasil, Colombia, Surinam te han acogido. ¿Cuánto influye esto en tu trabajo?

Con un padre diplomático creces en el extranjero, y ahí entiendes que tu patria es la familia. Mira, ahora que lo pienso, yo empecé a escribir en portugués, en mi paso por Brasil, pero ni con esa lengua sentía la tensión sicológica que siento en un mundo angloparlante. Pienso que cada cultura tiene su dolor y sus bondades. Cuando vuelvo a América Latina recupero una conexión interpersonal donde hay una cosa gregaria, una alegría del estar juntos. Hay que entender que en el mundo angloparlante hay una gran cortesía, pero no existe una mayor aproximación. Eso se muestra en mi trabajo, donde no se esconden los silencios, las soledades, los inviernos. Tras la muerte de mi padre todos salimos de Venezuela para descansar del dolor. Cuando él muere, solo encontré el sobrevivir a través del cambio. Yo elegí EE.UU. para hallar cierta paz, vivir en silencio, vivir un tiempo de interiorización y lectura. También me tocó aprender a vivir sin lengua y sin mayor contacto humano.

Te has desenvuelto dentro de la plástica. ¿Cómo se trabaja a la imagen desde la pintura y la poesía?

Yo escribía desde los 13 años. De joven dibujaba, pintaba y escribía a la par. Por entonces sentía que mi escritura era muy pictórica y mi pintura muy intelectual. Ahí me di cuenta que me faltaba vivir, porque las experiencias y sus procesos te alejan de toda espesura. Sabes, ahora siento que dibujo cuando escribo.

En 1985 aparece ‘Cuerpo’, un poemario que surge tras dar a luz a tu segunda hija. ¿Sientes que desde ahí se parió a la poeta?

Sí, claro. Como antes te decía, desde los 13 años escribo poesía, pero tenía que ver con un trabajo más costumbrista, más romántico, más decimonónico. Con ese poemario cambia mi manera de hacer poesía y plasmo mi sorpresa frente a una sociedad que era capaz de irrespetar a la madre. Me pareció que no se respetaba el hecho fundamental de dar la vida, que no se tenía la condición adecuada frente a la propia familia y al sistema sanitario. Mientras nace mi hija me entero de las imposiciones absurdas del sistema, donde a muchos doctores no les importaba sus pacientes, la vida. El sistema era una fachada y no cumplía con sus funciones. Claro, no generalizo porque en todo lado hay gente honesta; pero me di cuenta de que en la práctica las mujeres son maltratadas y el maltrato crece mientras más baja el nivel de educación y económico. Empecé a encontrar las sendas del poder.

¿Y para combatir las sendas aparece la poesía?

La poesía es un producto de la existencia. En todo sistema, sea ideológico, lingüístico o de género, hay alguien que quiere absorber al otro. No se combate al poder sentándote a injuriar a estos sistemas. Creo que con la poesía, desde el escribir, se puede resistir esa gran injuria que es vivir. Creo que la condición humana está en capacidad de sobrevivir las precariedades de vivir, pero no creo que tenga la fuerza necesaria frente a lo que excede al dolor natural, ese dolor que produce el poder.

¿Sientes que el poder muestra desproporciones en la literatura?

En la mayoría de antologías, el 10% de la producción le corresponde a la mujer. En los recitales aparece una escritora entre cuatro o seis hombres. Siento que la relación de género es desproporcionada. La mujer empezó a ingresar a la historia dicha por sí misma, ya no como una metáfora en el trabajo masculino, desde el anterior siglo. La palabra es un ejercicio de poder y hay muchas desventajas que llevamos cargando a cuestas; pero por esto no puedes sustraerte de vivir. Por eso escribo, para vivir.

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Perfil
María Auxiliadora Álvarez

° Escritora venezolana (Caracas, 1956). Ha realizado estudios en Letras Hispánicas y Artes Plásticas. Se desempeña como catedrática en la Universidad de Miami. Entre su obra destacan los libros de poemas ‘Cuerpo’, ‘Ca(z)a’, ‘Resplandor’, entre otros.

«Con la poesía, desde el escribir, se puede resistir esa gran
injuria que es vivir”.