Christian Zurita Estrella: ‘Siempre fue la lluvia’

Christian Zurita Estrella: ‘Siempre fue la lluvia’
Christian Zurita Estrella: ‘Siempre fue la lluvia’

Sara Palacios*

Cuando intercambiamos nuestros primeros libros con Christian Zurita en el Encuentro de Poesía Paralelo Cero 2017, nunca imaginé que estaría aquí, contándoles a ustedes como es que ‘Siempre fue la lluvia’. Les diré que llovió en muchas ocasiones en ese encuentro de poesía, llovió sobre el río Esmeraldas, sobre los poetas, sobre las casas. Llovió con la cadencia que llueve este libro que nos recuerda “que siempre fue la lluvia”.

Para entrar en este pequeño -por su tamaño- libro, hay que hacer un ejercicio de atención, acoplarse al ritmo que nos propone el poeta sustantivo. Dejarse llevar por su métrica y su sorpresa.

Que quiere “sacudir las alas de las golondrinas para extirpar del vuelo la lluvia inevitable”. Lluvia esperanza que asoma en su poesía cuando dice:

Te marchaste con tus explicaciones

sin explicaciones.
Queda la ciudad inhabitable,
Inaudible.
Profana
Rota

Ya no te espera mi abrazo después de la jornada,

no se llena la luna
-su luz plata adeuda con mi espalda.-
Y sin embargo espero
que regreses, con la lluvia y tus jardines.

Y sigue lloviendo en la esperanza, en sus poemas, como un enfrentamiento con los olvidos:

Si alguna vez me miras con olvido
y el trino de las aves madruga tu memoria
no cantes sola, por favor, cuando caiga el nido.
No cantes victoria.

Si alguna vez, aún no sé dónde
camino hacia huellas truecas.
Si acaso algún viento me responde
donde pisabas hojas secas.

“presiente por si acaso: lagrimearon
nuestras miradas delincuentes
¡Carajo! ¡Si el aliento se robaron!
Y con la lluvia me encuentres.”

En las aves nuevamente con su canto,
que alguna vez escuchamos en los dos-
Sabes bien que te quiero tanto
también lo sé y lo sabe Dios

y concluye magistralmente este poema diciendo:

Si alguna vez me miras con olvido
detente, con agudo frenesí
amor, escucha el sonido.
Te espero donde canta el colibrí.

La lluvia del poeta sigue cayendo inaudita sensual y solitaria en su poesía, dice:

No hay lluvia que se pierda
La maravilla de dibujar tu anatomía
ni caudal que soporte los latidos
cuando llueve en el poema.
……

Llueve tanto que parece nostalgia.

Me desgasta la cabeza su orquesta transparente.
Un andar de nube silencia el adjetivo
de la lluvia que se duerme

Escampo bajo el árbol de la infancia rota,
apenas y su sombra se sumerge en el asfalto.
………..

dejé de ver al cielo cuando llueve,
de soñar con lluvia en Saturno,
de ser pájaro en lluvia de junio.

La lluvia también le da al amor la ubicuidad necesaria que hace del poeta un ser de algún lugar específico del mundo que nos puede permitir encontrarlo en alguna esquina
conocida:

En el Quito sin pronóstico
al borde de algún restaurante compartido,
pediré un café con dos de azúcar en tu nombre
y te recordaré, maravillosamente,
con la lluvia a cada sorbo.

La lluvia sobre la soledad, la niñez, la ciudad como una evocación:

SEÑOR

Te amaba antes de la razón
de ser esponja
de caminar por los felices pasillos
de la ignorancia cuando uno es niño
y poeta
Tanto que lo feliz fue siempre mueca.

Te amaba en horas mustias y oxidadas,
después de la mala jornada,
en el pañuelo de la noche que es fantasma.
La luz en mi lobreguez
me hizo amarte mas allá de lo laureado.

Por ser cuando no estaba,
por estar en el aguacero
a veces ácido
que quemaba el mundo
reduciéndolo a un rincón
con un columpio vacío. P75

Por la victoria de llover
en el verano quiteño,
o ver a Quito, llorar por que sí.
Por enseñarme que la tormenta no es guadaña,
que es necesaria como inevitable
para saber reír.
Siempre lo supe, tanto que siempre fue la lluvia
como en el principio, el verbo.

Te amaré
En mi planta de naranja lima
en las tardes sin trompos ni cuerdas
y videojuegos. También maduré
como la planta, pero con el plus
de tu cayado. Sin quimerismos:
siempre soy tu niño como
soy tu niña.
Tanto, que Nunca fue siempre Jamás.

Y así siguen lloviendo constantes maravillas en la lectura de este libro primero que nos deja abierta la gran esperanza de tener un poeta crecido en cada nueva y próxima publicación, como lo augura sus poemas ‘Entendimiento’, ‘Solo me faltas’, ‘Nikon 3200’, ‘Por poeta, un impostor…’ y ‘Diagnóstico del yo’.

Para muestra, un botón en el poema ‘Quedé notificado’ hay una reflexión madura en donde el poeta indaga en sus orígenes, bajo la imagen magnificada del abuelo
y se proyecta hacia el futuro en la presencia inexpugnable del nieto.

Y empieza así…..

Buscar las valijas del abuelo
porque me han dejado un rastro de telaraña
y una nota selecta llena de letras de periódicos
ordenadas y perfumadas con una fiesta
de cebolla y acuarela

en los siguientes versos el poeta reflexiona con fruición en el poema, que es la vida:

Tengo que pasar por Ítaca,
recuperar la valentía
porque donde voy, apenas hay un cuágulo ultravioleta
y se duerme en las rocas
se sueña con bosques estelares
y se despierta con golondrinas
que espantan a las moscas.

A continuación el poeta hace una oración y entiende la exigencia del emprendimiento:

Abro los ojos y se desnuda la mirada.
En urgencias del efecto, caminé en desvelos
y escuché el eco de una cueva in crescendo…
Ahí, mis golondrinas inconmensurables.

Muertas de frio sobre cometas decrépitas,
oliendo a cebolla y acuarela

El poeta se aproxima al desenlace y concluye magistralmente este poema que les reto leer completo y con atención:

Me buscará mi nieto.
Preguntará por el espectáculo
que sobreviene al vuelo de golondrinas
y le diré que hace rato

le esperan mis valijas

Creo que no hace falta describir cómo me llega esta poesía, cuáles son mis grandes expectativas sobre el poeta, cuál es la sensación que me produjo aceptar este reto de hablarles, desde la sensación de la poesía, sin más herramientas que un bastión de lectura de imágenes y la convicción de que si el dibujo es la síntesis de la forma, la poesía es la síntesis del pensamiento.

Como el tiempo ya ha sido definido bajo la lluvia de este libro con un verso que dice

Miro el reloj
camina con una mueca vil
siempre está de paso

Me apresuro a concluir con dos últimas frase tomadas de esta fuerte lluvia llamada Cristian Zurita, las primera que dice:

La poesía llueve en mi copa
¡Salud por el rescate!

Y la segunda que resuena con fuerza en mi memoria, y para concluir:

Aleluya por la poesía, un paraguas agujereado.

*Escritora, artista plástica y gestora cultural.