El segundo mandato de Álvaro Uribe / Comercio

El primer gobierno de Álvaro Uribe estuvo marcado por el propósito inclaudiclabe -una excepción en América Latina- de cumplir con la oferta de campaña: recuperar los territorios estatales, luchar sin cuartel contra los grupos irregulares y recuperar referentes de seguridad que había olvidado el pueblo colombiano. Esta intención se hizo gobierno, motivo por el cual llegó a mantener altos índices de adhesión y permitió su reelección contando con un extraordinario apoyo por parte de los EE.UU. Primero fue un plan político, financiero y social denominado Plan Colombia y luego otro de asistencia financiera con objetivos militares conocido como Plan Patriota.

Esta segunda administración de Uribe se repite con iguales o nuevos planes. Sin embargo, por parte de Ecuador nunca ha existido una estrategia de Estado, sino variantes políticas que han implicado desconcierto, ejercicio de una política reactiva y un comportamiento gubernamental contradictorio.

El gobierno de Gustavo Noboa fue sorprendido por el ‘Plan’ vecino y su Cancillería nunca atinó a posiciones firmes para demandar, desde ese entonces, las compensaciones por los altos costos que iban a significar los ensayos coaligados de EE.UU. y Colombia. En el siguiente gobierno la política externa varió radicalmente y nos ubicamos en una categoría de ‘mejores’ aliados; luego, en el actual, se osciló entre la práctica de una abierta descortesía bajo la excusa de soberanía, hasta que advino la actual conducción profesional que ha recuperado el equilibrio de las relaciones, aunque se desconoce la herencia que dejará en materia de prevenciones.

Los primeros indicios del nuevo período apuntan a la ‘política de seguridad’ contra las FARC y a la de ‘corazón abierto’ para la desmovilización de las AUC; sin embargo, son muy pocos elementos, a nivel general.

Ojalá el Gobierno Nacional y los integrantes del Cosena perciban con gran inteligencia los posibles escenarios estratégicos, fundamentalmente los del departamento del Putumayo, que es donde mayores peligros corren nuestra población y el territorio.