Y llegará el día

Y llegó el día. Nadie le invitó, pero está aquí. Nadie salió a recibirlo, pero anda orondo por calles, plazas, campos, maizales y trigales, frutales y bosques, en verduras y cafetales. En el aire y en el agua, en la tierra y en las piedras. Está en todas partes, cual si quisiera ser un dios. No ama la vida ni a los que viven, prefiere marcar su paso con la muerte.

Llegó desafiante, no se escondió en las sombras de la noche. Sus pasos se escucharon desde lejos, pero nadie creyó que llegaría hasta aquí. Todos, en secreto, desearon que pasara de largo, que llegara a otras tierras y a otros campos; por eso, cuando llegó hasta aquí, el miedo se apoderó de grandes y chicos, de hembras y machos, de blancos y negros, de cobrizos y amarillos, de creyentes y ateos, de pudientes y harapientos, de soberbios y de humildes, de Dior y de anaco, de frailes y militares, de chorros y estafadores, de sabios y de necios, de tontos y de profesores, todos, todos, permitieron que el miedo se apoderara de sus vidas y corrieron a esconderse en el rincón más apartado de sus moradas.

Los gobiernos decretaron el ostracismo y las fuerzas del orden recorrieron los cielos, los campos y las ciudades obligando a todos a huir del forastero y cuando el espacio quedó vacío, ellos también huyeron.

Poco a poco, día tras día, los cementerios se abarrotaron, los hospitales colapsaron y los mercados se vaciaron.

Al menos, esa fue la tónica cuando el visitante, desde la altura de su desdén, cubrió cuanto pudo y más. Quizás, tal vez, en algún momento desconocido, a algún pequeño se le ocurrirá que el forastero no existe y saldrá a jugar. Echará a volar su risa y su alegría y el que llegó con la guadaña presta, no podrá con él. Su risa contagiosa llegará a otro niño y a otro niño, y la inocencia convocará a la solidaridad, juntos jugarán a ser libres, a ser amorosos, su valentía invitará al coraje de ser felices y el forastero comprenderá que, contra eso, nada podrá su mirada torva y su escupitajo apestoso.

Luego, ese rumor se transformará en un grito de libertad. Los que en su momento se escondieron, reconocerán que el momento de salir habrá llegado, que era tiempo de bailar y aunque el forastero seguirá trabajando sin descanso, cobrando la factura que había venido a cobrar, llegará ese día, ese momento en que quedará sin fuerzas y deba descansar.