Viveza criolla

A menudo el ecuatoriano celebra una cualidad que considera virtud: la viveza criolla, una manera de salirse con la suya haciendo creer que está en lo correcto. Esta particular forma de ser da una interpretación versátil de la realidad, especialmente si no le es satisfactoria, como perder elecciones. Algunas de esas vivezas son, por ejemplo, pagar menos de lo que ha consumido, llegar tarde y sostener que llegó puntual, vender una réplica por original. En muchos casos, el perjudicado termina pidiendo que las cosas se den así, a costa de su propio dinero. Practicantes de estas van desde un albañil hasta los más connotados médicos, incluidos dentistas que inventan caries en muelas sanas, pasando por vendedores de autos nuevos y usados.

Y por haber realizado operaciones que dejaron dolor de por vida no solo por el costo, o autos cuyo motor fue reparado pero sigue con fugas, el mecánico y el médico tienen la misma respuesta: “no se preocupe, así mismo es, dele tiempo hasta que se asiente”.

Hay casos de quienes infringen normas de tránsito, incluido el manejar ebrio, y que cuando la policía le sorprende le dice ‘arreglemos’ y funciona; también hay carreteras de 40, cobradas por 150 y justificadas por el pueblo: “pero tenemos carreteras”.

La vida transcurre en medio de argumentos antojadizos, haciendo gala, eso sí, de una sociedad honesta. La cotidianidad resulta una red de timos consensuados; total, todos lo hacen y quien no termina siendo el tonto.

Pero no todos los ecuatorianos son así. Hay profesionales, obreros, comerciantes, artesanos que se ganan un nombre por su trabajo honesto.

Sin embargo, la última década profundizó esta cualidad, con el pésimo ejemplo del gobernante que no solo practicó esta forma de ‘ser listo’, sino que defendió a funcionarios corruptos y sus “errores de buena fe”.

Por ello saludo los cambios que se van a dar con la consulta con la pregunta 3 y la 2 -para no encubrir una monarquía diciendo que era derecho- que va a cambiar a las autoridades de control que han sido asalariados para no controlar nada.