¡Rabo de paja!

Patricio Valdivieso Espinosa

Al hablar de la corrupción y sus diversos niveles de gobierno, se ha vuelto tan común al combatirlo, encontrar resultados poco satisfactorios. No pasan del escándalo circunstancial, y en general: los sobreprecios, las caimas o los despilfarros, siguen creando nuevos ricos; la subasta, para descargar responsabilidades, el oportunismo para encubrir a los culpables y el cinismo para ocultar lo usurpado, sigue mostrando la desfachatez con la que se maneja: el control de las cuentas públicas, la justicia independiente y el fortalecimiento de la institucionalidad del Estado.

La dificultad para recuperar lo robado, con el pasar del tiempo, cada día se pone cuesta arriba, más aún si nos preguntamos: ¿Cuántas obras están con fiscalización cero o cómplices silenciosos? Claro, los gobernantes son tan astutos, que encontraron la vía para comprar conciencias, mediante contratos, puestos o coimas. Porque no hay otra forma de entender la inercia en casos grandes tan evidentes del saqueo, que carecen de investigación: en las eléctricas, en el campo minero, en la construcción de carreteras, sin olvidarnos de los edificios de las cortes, las escuelas del milenio, los UPCs, temas en lo que es grotesco los sobrecostos.

Ver que van cayendo presos algunos sacrificados de alto rango, que existen prófugos astutos de linaje o que se van acabando los poderosos avarientos que se creían intocables, nos deja entender, que los que tienen rabo de paja, temerosos se van poniendo a buen recaudo: unos guardan silencio sepulcral e intentan ser tan invisibles, que se esconden en el anonimato, no solo han bajado la guardia, ya ni hablan; otros, buscan la forma de aliarse al gobernante, bajan la cerviz, se convierten en obedientes extremos, cambiaron fácilmente de personalidad, de bravucones a mansas almas; y, algunos defensores a ultranza, empiezan a desarmar la idolatría de barro que misteriosamente habían profesado.

Si van cayendo peces gordos, ¿por qué hasta ahora, no hemos recuperado ni un sólo un centavo? ¿fue tan bien distribuido, que no lo encuentran? Será acaso, que la mayoría de quienes controlan, investigan y juzgan, temen ejercer cabalmente su papel; será que todavía deben el favor de haber ingresado y cuidan el puesto; o, siguen formando parte del mismo clan. Es preocupante sostener que, muchos de los que deben ayudar a recuperar lo robado, no lo harán, al parecer también tienen rabo de paja. (O)

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