¿Quién pone orden?

Rodrigo Contero Peñafiel

Luego de que un grupo de taxistas exigiera que se baje el precio de la gasolina y que no se admita la competencia en su “libre” monopolio, se desarrollaron en el país acciones prepotentes y feroces que continuaron con la marcha del movimiento indígena sobre Quito; y, las centrales sindicales convocando a paros vehementes. Estas acciones excedieron las formas más básicas de la civilización y el diálogo, llenando de intranquilidad y angustia a toda la población.

Choferes, indígenas, trabajadores, estudiantes, asalariados e infiltrados hicieron uso y abuso de la violencia como forma de presión para derogar el Decreto 883. Destrozaron edificios, carros, ambulancias; atacaron a la policía, al ejército, a personas indefensas, a negocios y todo cuanto estuvo a su alcance. No es la primera vez que se intenta destruir al país; un grupo de vándalos arremetieron e ingresaron a las oficinas públicas donde se guardaban documentos que revelan la corrupción de sus actores. La Asamblea Nacional se encontraba de vacaciones justo en esos días, ¿coincidencia o no les interesaba tratar estos sucesos? Los más sagaces buscaron refugio en la Embajada de México.

Exigir que se mantenga el monopolio del servicio de transporte público, que se prescinda de compañías que generan empleo, que se suban los impuestos a las empresas, que se subsidie la gasolina para que se enriquezcan contrabandistas y testaferros, tomarse pozos petroleros, suspender el agua potable, ofrecer el voto corporativo a los “líderes políticos”, entre otras, es una idiotez.

El Estado debe garantizar a todos sus pobladores el estado emocional necesario para normalizar la vida democrática; las amenazas de nuevas protestas, “brisas bolivarianas”, presentar otro plan de gobierno, descartar el diálogo, imponer lo resuelto en el “Foro de Sao Paulo” son consignas del Socialismo del siglo XXI. La política interna del país debe desterrar la anarquía y el fanatismo de quienes quieren destruir el país. Luego de treinta días del caos y el vandalismo, ¿quién pone orden en el Ecuador? ¡La intranquilidad y la zozobra no pueden continuar! La justicia debe proceder sin favor ni temor.

[email protected]

Rodrigo Contero Peñafiel

Luego de que un grupo de taxistas exigiera que se baje el precio de la gasolina y que no se admita la competencia en su “libre” monopolio, se desarrollaron en el país acciones prepotentes y feroces que continuaron con la marcha del movimiento indígena sobre Quito; y, las centrales sindicales convocando a paros vehementes. Estas acciones excedieron las formas más básicas de la civilización y el diálogo, llenando de intranquilidad y angustia a toda la población.

Choferes, indígenas, trabajadores, estudiantes, asalariados e infiltrados hicieron uso y abuso de la violencia como forma de presión para derogar el Decreto 883. Destrozaron edificios, carros, ambulancias; atacaron a la policía, al ejército, a personas indefensas, a negocios y todo cuanto estuvo a su alcance. No es la primera vez que se intenta destruir al país; un grupo de vándalos arremetieron e ingresaron a las oficinas públicas donde se guardaban documentos que revelan la corrupción de sus actores. La Asamblea Nacional se encontraba de vacaciones justo en esos días, ¿coincidencia o no les interesaba tratar estos sucesos? Los más sagaces buscaron refugio en la Embajada de México.

Exigir que se mantenga el monopolio del servicio de transporte público, que se prescinda de compañías que generan empleo, que se suban los impuestos a las empresas, que se subsidie la gasolina para que se enriquezcan contrabandistas y testaferros, tomarse pozos petroleros, suspender el agua potable, ofrecer el voto corporativo a los “líderes políticos”, entre otras, es una idiotez.

El Estado debe garantizar a todos sus pobladores el estado emocional necesario para normalizar la vida democrática; las amenazas de nuevas protestas, “brisas bolivarianas”, presentar otro plan de gobierno, descartar el diálogo, imponer lo resuelto en el “Foro de Sao Paulo” son consignas del Socialismo del siglo XXI. La política interna del país debe desterrar la anarquía y el fanatismo de quienes quieren destruir el país. Luego de treinta días del caos y el vandalismo, ¿quién pone orden en el Ecuador? ¡La intranquilidad y la zozobra no pueden continuar! La justicia debe proceder sin favor ni temor.

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Rodrigo Contero Peñafiel

Luego de que un grupo de taxistas exigiera que se baje el precio de la gasolina y que no se admita la competencia en su “libre” monopolio, se desarrollaron en el país acciones prepotentes y feroces que continuaron con la marcha del movimiento indígena sobre Quito; y, las centrales sindicales convocando a paros vehementes. Estas acciones excedieron las formas más básicas de la civilización y el diálogo, llenando de intranquilidad y angustia a toda la población.

Choferes, indígenas, trabajadores, estudiantes, asalariados e infiltrados hicieron uso y abuso de la violencia como forma de presión para derogar el Decreto 883. Destrozaron edificios, carros, ambulancias; atacaron a la policía, al ejército, a personas indefensas, a negocios y todo cuanto estuvo a su alcance. No es la primera vez que se intenta destruir al país; un grupo de vándalos arremetieron e ingresaron a las oficinas públicas donde se guardaban documentos que revelan la corrupción de sus actores. La Asamblea Nacional se encontraba de vacaciones justo en esos días, ¿coincidencia o no les interesaba tratar estos sucesos? Los más sagaces buscaron refugio en la Embajada de México.

Exigir que se mantenga el monopolio del servicio de transporte público, que se prescinda de compañías que generan empleo, que se suban los impuestos a las empresas, que se subsidie la gasolina para que se enriquezcan contrabandistas y testaferros, tomarse pozos petroleros, suspender el agua potable, ofrecer el voto corporativo a los “líderes políticos”, entre otras, es una idiotez.

El Estado debe garantizar a todos sus pobladores el estado emocional necesario para normalizar la vida democrática; las amenazas de nuevas protestas, “brisas bolivarianas”, presentar otro plan de gobierno, descartar el diálogo, imponer lo resuelto en el “Foro de Sao Paulo” son consignas del Socialismo del siglo XXI. La política interna del país debe desterrar la anarquía y el fanatismo de quienes quieren destruir el país. Luego de treinta días del caos y el vandalismo, ¿quién pone orden en el Ecuador? ¡La intranquilidad y la zozobra no pueden continuar! La justicia debe proceder sin favor ni temor.

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Rodrigo Contero Peñafiel

Luego de que un grupo de taxistas exigiera que se baje el precio de la gasolina y que no se admita la competencia en su “libre” monopolio, se desarrollaron en el país acciones prepotentes y feroces que continuaron con la marcha del movimiento indígena sobre Quito; y, las centrales sindicales convocando a paros vehementes. Estas acciones excedieron las formas más básicas de la civilización y el diálogo, llenando de intranquilidad y angustia a toda la población.

Choferes, indígenas, trabajadores, estudiantes, asalariados e infiltrados hicieron uso y abuso de la violencia como forma de presión para derogar el Decreto 883. Destrozaron edificios, carros, ambulancias; atacaron a la policía, al ejército, a personas indefensas, a negocios y todo cuanto estuvo a su alcance. No es la primera vez que se intenta destruir al país; un grupo de vándalos arremetieron e ingresaron a las oficinas públicas donde se guardaban documentos que revelan la corrupción de sus actores. La Asamblea Nacional se encontraba de vacaciones justo en esos días, ¿coincidencia o no les interesaba tratar estos sucesos? Los más sagaces buscaron refugio en la Embajada de México.

Exigir que se mantenga el monopolio del servicio de transporte público, que se prescinda de compañías que generan empleo, que se suban los impuestos a las empresas, que se subsidie la gasolina para que se enriquezcan contrabandistas y testaferros, tomarse pozos petroleros, suspender el agua potable, ofrecer el voto corporativo a los “líderes políticos”, entre otras, es una idiotez.

El Estado debe garantizar a todos sus pobladores el estado emocional necesario para normalizar la vida democrática; las amenazas de nuevas protestas, “brisas bolivarianas”, presentar otro plan de gobierno, descartar el diálogo, imponer lo resuelto en el “Foro de Sao Paulo” son consignas del Socialismo del siglo XXI. La política interna del país debe desterrar la anarquía y el fanatismo de quienes quieren destruir el país. Luego de treinta días del caos y el vandalismo, ¿quién pone orden en el Ecuador? ¡La intranquilidad y la zozobra no pueden continuar! La justicia debe proceder sin favor ni temor.

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