¡Que alguien me diga!

Víctor Cabezas

Si hay un defecto del Estado ecuatoriano es su incapacidad de comunicar sus acciones a los ciudadanos. Eso se vuelve más crítico en una era en que estamos híper conectados y en el que la información puede fluir como nunca antes lo ha hecho. Aunque esa deficiencia comunicacional se agudizó cuando el Gobierno trató de eliminar los subsidios a los combustibles y el país se incendió.

En Ecuador no existe una política de comunicación que nos permita entender cuál es la estrategia del gobierno para enfrentar los grandes retos del país. Los ecuatorianos nos enteramos o por terceros, o por escándalos. Quizás esta incompetencia sea más visible porque venimos de un régimen que, en cambio, abusaba de la propaganda, gastaba una cantidad absurda de dinero en posicionar imágenes y mensajes y, a la larga, alienaba, no comunicaba. Este Gobierno al que debemos el desarme de un régimen dictatorial, no puede pasar por alto su obligación más básica: decirnos qué hace.

Esta patología no le corresponde solo al presidente Moreno, sino que es común a los demás poderes del Estado. La Asamblea Nacional se hizo una reforma al control a los fondos para campañas y una nueva fórmula para la repartición de curules. Pasamos al método Webster y votaremos en listas cerradas y bloqueadas. Parece algo importante, se ha enmendado el mecanismo de elección de autoridades y frente a esto los ciudadanos, si acaso, nos hemos enterado por notas de prensa, porque la Asamblea Nacional nada ha comunicado, nada ha explicado.

Las reformas han pasado casa adentro, mientras esperamos que alguien nos diga qué significan las reformas tan aparentemente complejas y trascendentales. Que alguien nos diga, porque al parecer la educación en políticas públicas y la comunicación no están en la agenda del Estado.

[email protected]

Víctor Cabezas

Si hay un defecto del Estado ecuatoriano es su incapacidad de comunicar sus acciones a los ciudadanos. Eso se vuelve más crítico en una era en que estamos híper conectados y en el que la información puede fluir como nunca antes lo ha hecho. Aunque esa deficiencia comunicacional se agudizó cuando el Gobierno trató de eliminar los subsidios a los combustibles y el país se incendió.

En Ecuador no existe una política de comunicación que nos permita entender cuál es la estrategia del gobierno para enfrentar los grandes retos del país. Los ecuatorianos nos enteramos o por terceros, o por escándalos. Quizás esta incompetencia sea más visible porque venimos de un régimen que, en cambio, abusaba de la propaganda, gastaba una cantidad absurda de dinero en posicionar imágenes y mensajes y, a la larga, alienaba, no comunicaba. Este Gobierno al que debemos el desarme de un régimen dictatorial, no puede pasar por alto su obligación más básica: decirnos qué hace.

Esta patología no le corresponde solo al presidente Moreno, sino que es común a los demás poderes del Estado. La Asamblea Nacional se hizo una reforma al control a los fondos para campañas y una nueva fórmula para la repartición de curules. Pasamos al método Webster y votaremos en listas cerradas y bloqueadas. Parece algo importante, se ha enmendado el mecanismo de elección de autoridades y frente a esto los ciudadanos, si acaso, nos hemos enterado por notas de prensa, porque la Asamblea Nacional nada ha comunicado, nada ha explicado.

Las reformas han pasado casa adentro, mientras esperamos que alguien nos diga qué significan las reformas tan aparentemente complejas y trascendentales. Que alguien nos diga, porque al parecer la educación en políticas públicas y la comunicación no están en la agenda del Estado.

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Si hay un defecto del Estado ecuatoriano es su incapacidad de comunicar sus acciones a los ciudadanos. Eso se vuelve más crítico en una era en que estamos híper conectados y en el que la información puede fluir como nunca antes lo ha hecho. Aunque esa deficiencia comunicacional se agudizó cuando el Gobierno trató de eliminar los subsidios a los combustibles y el país se incendió.

En Ecuador no existe una política de comunicación que nos permita entender cuál es la estrategia del gobierno para enfrentar los grandes retos del país. Los ecuatorianos nos enteramos o por terceros, o por escándalos. Quizás esta incompetencia sea más visible porque venimos de un régimen que, en cambio, abusaba de la propaganda, gastaba una cantidad absurda de dinero en posicionar imágenes y mensajes y, a la larga, alienaba, no comunicaba. Este Gobierno al que debemos el desarme de un régimen dictatorial, no puede pasar por alto su obligación más básica: decirnos qué hace.

Esta patología no le corresponde solo al presidente Moreno, sino que es común a los demás poderes del Estado. La Asamblea Nacional se hizo una reforma al control a los fondos para campañas y una nueva fórmula para la repartición de curules. Pasamos al método Webster y votaremos en listas cerradas y bloqueadas. Parece algo importante, se ha enmendado el mecanismo de elección de autoridades y frente a esto los ciudadanos, si acaso, nos hemos enterado por notas de prensa, porque la Asamblea Nacional nada ha comunicado, nada ha explicado.

Las reformas han pasado casa adentro, mientras esperamos que alguien nos diga qué significan las reformas tan aparentemente complejas y trascendentales. Que alguien nos diga, porque al parecer la educación en políticas públicas y la comunicación no están en la agenda del Estado.

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Si hay un defecto del Estado ecuatoriano es su incapacidad de comunicar sus acciones a los ciudadanos. Eso se vuelve más crítico en una era en que estamos híper conectados y en el que la información puede fluir como nunca antes lo ha hecho. Aunque esa deficiencia comunicacional se agudizó cuando el Gobierno trató de eliminar los subsidios a los combustibles y el país se incendió.

En Ecuador no existe una política de comunicación que nos permita entender cuál es la estrategia del gobierno para enfrentar los grandes retos del país. Los ecuatorianos nos enteramos o por terceros, o por escándalos. Quizás esta incompetencia sea más visible porque venimos de un régimen que, en cambio, abusaba de la propaganda, gastaba una cantidad absurda de dinero en posicionar imágenes y mensajes y, a la larga, alienaba, no comunicaba. Este Gobierno al que debemos el desarme de un régimen dictatorial, no puede pasar por alto su obligación más básica: decirnos qué hace.

Esta patología no le corresponde solo al presidente Moreno, sino que es común a los demás poderes del Estado. La Asamblea Nacional se hizo una reforma al control a los fondos para campañas y una nueva fórmula para la repartición de curules. Pasamos al método Webster y votaremos en listas cerradas y bloqueadas. Parece algo importante, se ha enmendado el mecanismo de elección de autoridades y frente a esto los ciudadanos, si acaso, nos hemos enterado por notas de prensa, porque la Asamblea Nacional nada ha comunicado, nada ha explicado.

Las reformas han pasado casa adentro, mientras esperamos que alguien nos diga qué significan las reformas tan aparentemente complejas y trascendentales. Que alguien nos diga, porque al parecer la educación en políticas públicas y la comunicación no están en la agenda del Estado.

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