Pobre Siria

Hever Sánchez M.

Tal parece que el planeta está nuevamente a los umbrales de una nueva guerra. Todos los intereses convergen en Siria. La avalancha mediática nos bombardea desde todos los ángulos haciéndonos creer que el gran villano de la película es Bachar al Assad presidente de Siria. La realidad es otra. El problema se originó en la llamada primavera árabe en el año 2011, en donde las protestas del mundo árabe se hicieron sentir desde El Rabat en marruecos hasta Saná en el lejano Yemen. Protestas contra la desigualdad e inequidad. El clamor de unos muchos que tenían poco hacia unos pocos que tenían mucho.

Este acontecimiento fue aprovechado por Occidente que como ya es su tradición no tardó en sembrar el caos en las repúblicas en donde ya tenía puestos sus ojos. Las amargas experiencias de Irak y Afganistán a donde acudieron para “salvar la democracia” son el testimonio más claro de lo que seguramente iba a acontecer con Libia y con Siria. Faltaría papel para enumerar las naciones que han sido vilipendiadas solamente en los últimos años.

El turno fue primero para Libia. Según analistas imparciales, este país del norte de África superaba incluso a Sudáfrica en ingreso per cápita y en logros sociales, hasta que llegaron a Estados Unidos y Francia “a salvar su democracia” Hoy, solo unos años más tarde, la otrora próspera nación norafricana no es sino ruina, tragedia, desesperación y muerte.

Ahora el turno es para Siria. Antes de la llamada primavera árabe, junto a Túnez, Libia y Jordania tenía una de las democracias más equitativas del mundo árabe pero por desgracia los ojos de los amos del planeta ya estaban puestos en ese país. Primero usaron a Al Qaeda y luego al Estado Islámico para sembrar el caos; hoy, Siria es un hervidero con centenas de miles de muertos y de desplazados. Cosa rara, el 90 por ciento de todas las armas que se utilizan en Siria son producidas por los miembros permanentes del consejo de seguridad de la ONU.

El petróleo que abriga las entrañas de estos países es el que desborda el apetito de las sociedades de consumo. Poco importan los niños, las mujeres o los ancianos condenados a muerte o a vivir en un pánico constante mientras las chimeneas y los bancos de Occidente no paren de lucrar. (O)

@Hever_Sanchez_M