(In) Maduro

¿Acaso, Nicolás Maduro, quiere convulsionar el país con una guerra civil entre hermanos, bajo el criterio burdo de defender la soberanía, el legado nefasto de Chávez y la revolución cubana que aniquila de hambre a su pueblo todos los días? A esta altura, la demagogia de quienes lucraron del petrolero caribeño, es decir la boliburguesía, los militares fascistas y los nostálgicos del Socialismo del Siglo XXI, se derrumbó. Nadie cree en pajaritos, retratos del líder populista que habla y, mucho menos, en liturgias en donde se reza por el fenecido Comandante.

La realidad demuestra que en la patria de Simón Bolívar se jugó con la economía, las esperanzas del ciudadano común y se consolidó un Estado patrimonialista en donde el Teniente Coronel Hugo Chávez y sus amigos administraron la cosa pública como si fuese su patrimonio.

Las hambres atrasadas se exacerbaron en militares afines al régimen, folcloristas y aventureros ideológicos.

Los pobres que en su momento apoyaron la V República ahora protagonizan la tercera ola de migración, que es la más grande de América Latina en todos los tiempos. Es una combinación de fascismo, crisis humanitaria y alegoría de una revolución que nunca existió.

Los nostálgicos rezan el padre nuestro invocando a Chávez como si fuera el todopoderoso, mientras las cuadrillas paramilitares, el ejército y todos los estamentos de seguridad persiguen, castigan, judicializan y desacreditan a la mayoría de la población que exige democracia.

Ya pasó la época de una Venezuela polarizada, porque ahora la mayoría quiere un nuevo Gobierno. La restitución de los derechos civiles, políticos, sociales y económicos no es una tarea fácil, corta ni rápida, pero demanda urgencia. Maduro debe salir, pero el gran problema es que ni los mismos países socialistas lo quieren acoger. Dictadores no dan asilo a dictadores.

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