Efectos devastadores

Luis Muñoz Muñoz

Decimos mentiras de una u otra forma para sostener lo insostenible con la verdad, para ello ponemos en vigencia lo que manifestó Adolfo Hitler en su libro ‘Mein Kampf’, que mientras más grande sea la mentira, más se la creerá la gente, levantando sobre esa base la historia del holocausto, que género el régimen Nazi.

Fueron tantas las mentiras que se las usó para justificar las más grades atrocidades de la época. Cuando no tenemos la verdad, estamos tentados a mentir para justificar nuestros propios errores, aunque se nos demuestre con hechos irrefutables e incontrovertibles que estamos equivocados, soberbiamente contradecimos la verdad para alcanzar fines inconfesables, y en ese afán recurrimos a lo innoble y despreciable, el chantaje, la difamación y la calumnia, y atropellamos la dignidad de los demás con el objeto de destruirlo y hacerlo sucumbir, vanagloriándonos de una pírrica victoria, que no resiste el menor análisis, ante la fortaleza de una verdad incontrastable.

Cuando las cosas andan mal, por inoperancia, negligencia o error en el procedimiento en cualquier función del Estado, y cuando esas equivocaciones son demostradas con datos incontrastables, nos enfurecemos como basiliscos y argumentamos lo inimaginable, para pretender que se nos dé la razón.

Esta actitud repugna a la conciencia ciudadana que está convencida de la realidad inalterable de los hechos sujetos a un crítica constructiva, para hacer notar que es necesario rectificar errores de bulto para una administración eficiente, ágil y oportuna.

El más antiguo y cobarde instrumento de la maldad es la mentira, que tiene efectos negativos y causa devastadores efectos no solo a la sociedad sino al propio Estado. Con la mentira se puede alcanzar objetivos mezquinos y egomaniacos que alimentan la extravagancia de quienes las usan, demostrando a la final que nunca tuvieron la razón y cuando falta la razón se usa la fuerza. (O)