‘Memorias’ de un testigo de primera línea

‘Memorias’ de un testigo de primera línea
PERIODISTA. En la sala de su casa, donde compartió sus ‘Memorias’.

DAMIÁN DE LA TORRE AYORA • Varias pinturas cuelgan en una de las salas, pero sobresalen aquellas manos, aquellos dedos que solo podían ser plasmados por Eduardo Kingman Riofrío. En el borde superior del cuadro hay una breve dedicatoria, donde se demuestra el afecto del maestro hacia Alfonso Espinosa de los Monteros.

El periodista toma un esfero y empieza a escribir con la zurda, mientras la diestra descansa. Sus manos son anchas y firmes, al igual que las de Kingman. Parecería que el gran pintor ya sabía cómo terminarían las manos de Espinosa de los Monteros, como que ya intuía todo el trabajo que encerrarían esas extremidades.

Con esas mismas manos, el reconocido periodista y presentador de televisión, quien es el rostro de Ecuavisa, escribió sus ‘Memorias’ (Debate, 2016). Por ahora circula el primer tomo de las mismas, que aborda los años de 1961 a 1988. Un segundo tomo espera que aparezca el próximo marzo, cuando él y el canal donde trabajan cumplan media centuria.

¿Cuál es su sensación al ser un referente de credibilidad dentro del periodismo y cómo esto se traduce en la publicación de sus ‘Memorias’?

Me siento privilegiado por contar con la confianza de la gente, pero a la vez la confianza se transforma en un tema de responsabilidad pues uno debe responder a la expectativa de la gente. He dedicado mi vida a la carrera periodística, respondiendo a todas las exigencias de nuestra profesión. La credibilidad, pienso, es una respuesta a ese trabajo, el cual continúa reflejándose en este libro.

Este primer tomo aborda al periodo que denomina ‘Entre el populismo y dictadura’. ¿Cómo esta época aportó en su evolución como periodista?

Efectivamente, este libro aborda desde la caída del cuarto velasquismo y el gobierno de Febres Cordero. Es decir, un margen temporal donde se dieron varios años de dictadura y el populismo todavía tenía su fuerza. Me tocó una etapa agitada, una serie de circunstancias que no son las normales para el trabajo periodístico. Claro que muchas de estas dificultades le hacen mucho más emocionante al oficio. Pienso que esos años como periodista, y al trabajar en la televisión, me permitieron cultivar los principios que nos animaban y el aprender y desarrollar una técnica totalmente nueva en la manera de informar. Para mí fue todo un aprendizaje el vivir las primeras campañas electorales televisadas, por ejemplo.

¿Le parece que este período también podría titularse ‘Entre el populismo y la dictadura’?

Lo que vivimos ahora es un populismo de izquierda, dadas sus características. Por eso tenemos una crisis económica, pues los populistas suelen entrar en grandes gastos, lo que crea una serie de problemas. No podemos hablar de una dictadura, porque el presidente es elegido en las urnas, pero muchas de sus prácticas son autoritarias al acaparar todos los poderes y las funciones del Estado, algo que no concuerda con la democracia. Por eso, justamente, el segundo tomo se subtitula ‘En busca de la democracia’.

¿Siente que no se la encuentra?

Siento que los procesos que vivimos van sumando para alcanzarla. Pienso que esa es la verdadera aspiración, por lo menos para los periodistas, quienes sabemos que la democracia es un régimen de vida que, sin ser perfecto, nos acerca a la perfección. La gran virtud de la democracia es que respeta todas las libertades.

Es 1961. Ud. trabaja como locutor radial. Se va desmoronando la cuarta presidencia de Velasco. Una bala mata al profesor Alfonso Arauz. ¿Cómo cambió esa bala la vida de Alfonso Espinosa de los Monteros?

Fue una experiencia terrible porque fue un crimen injusto, donde nadie reclamó nada en absoluto. Nunca se supo quién disparó, porque fue una bala perdida. El profesor Arauz murió a mis pies. Es lo más cerca que he estado a la muerte. Era muy joven y definía mi futuro. Ahí tuve la visión de que uno debía trabajar en una actividad para servir a la justicia y a los demás. Ahí entendí que la comunicación es útil para ese propósito.

Cuando inicio en la televisión buscó un espejo para encontrarse consigo mismo. ¿Aún se mira en el espejo antes de salir al aire? ¿Se encuentra en él?

La televisión puede considerarse como un espejo, y siento que ahí me reflejo. Pienso que es importantísimo ese principio socrático de: ‘Conócete a ti mismo’. Hay que mirarse interiormente para pensar y discernir. No es fácil conocerse y examinarse, porque no nos gusta reconocer nuestros errores. Pero el tratar de abordar mi interior es una práctica que realizaré hasta el último día de mi vida.

En el libro cuenta que tanto Carlos Vera como Ud. buscaban moderar el famoso debate entre Febres Cordero y Borja. Al final lo moderó Alejandro Carrión. ¿Se quedó con la espinita?

Me hubiera encantado estar en ese debate. Por supuesto, me quedé con las ganas de hacerlo. Alejandro Carrión fue un gran periodista, pero sin experiencia en televisión. Pienso que alguien con más experiencia pudo moderar mucho mejor. Carlos, yo o cualquier otra persona del medio. Pero, bueno, fue la elección de la Asociación de Canales de Televisión.

¿Por qué es importante dejar un libro como legado?

He tenido la suerte y el privilegio de poseer una vida continua como periodista. En estas décadas hubo grandes cambios y muchas convulsiones y lo justo es que las cuente, considerando que fui un testigo de primera línea. Acá no hay una vanidad personal ni un anecdotario. Lo que busco es que la gente conozca los hechos, que lea sobre nuestra historia, que aprenda y se entretenga con ella.