«¿Jefe le lustro los zapatos?”, preguntó Antonio a un señor que pasaba caminando por la Plaza Grande.
Así como él, varios niños y adolescentes lustrabotas consiguen trabajar, algunos lo hacen para ayudar a sus padres, tienen a un hermano menor que se encuentra en algún internado o fueron abandonados por sus progenitores.
Gran parte de ellos son muchachos apresurados por conseguir alguien a quien dejar lúcido su calzado. No tienen un proyecto de vida, en sí, lo único que saben es que tienen que laborar, enfrentar la pobreza desde la niñez. Pues, a parte de ‘sacar brillo’ le ‘sacan la vuelta’ a la adversidad y a la vida.
Esteban solo sabe que tiene que dejar de jugar para poder subsistir.