Madre y padre a la vez

Destacado. Su carácter sentimental le ha permitido guiar a sus tres hijos por el camino del bien.
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Detalles. Actualmente se encuentra en San Carlos junto a su hija menor y sus mascotas. Lleva adelante los negocios.
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Familia. El amor de Dios les ha ayudado a salir del dolor en el quedaron sumergidos.
Familia. El amor de Dios les ha ayudado a salir del dolor en el quedaron sumergidos.

Jenny Ayala es una mujer con carácter sentimental. Es conocida por ser empresaria en la parroquia San Carlos del cantón Quevedo y por ser la madre de la Reina de Quevedo 2017, Dayana Mora Ayala.

Su rostro expresa una alegría única pero su corazón aún está lastimado porque su esposo fue asesinado en medio de un asalto. Desde hace siete años nunca ha hablado con nadie sobre lo difícil que fue el día en el que el gran amor de su vida murió, sin embargo, decidió abrir su corazón por primera vez en entrevista para Diario La Hora.

¿Cómo se considera?

Soy una mujer sencilla y humilde. Agradecida con Dios por cada cosas que se me ha presentado en la vida. E incluso de las cosas malas siempre le vemos el lado positivo porque así es como debe ser y como está escrito en la biblia.

¿Cómo maneja el tema de ser la madre de la Reina de Quevedo?

En rol de madre de una reina lo he cogido con toda humildad y sencillez pues el único rey es Jesucristo. En la tierra todos somos pasajeros y los reinados duran un año por lo que he incluso le he enseñado a mi hija en que en ese tiempo debe ayudar a quien más pueda en todos los ámbitos.

¿A quién ha tomado como referente en su vida?

A mi madre. Ella es una mujer guerrera, espectacular, valiosa y cristiana. Fue quien me inculcó el amor a Dios. E incluso guardo en mi corazón la historia de que cinco días antes de que yo naciera ella conoció a Dios y empezó a amarlo. Por eso me considero una mujer bendecida y con el brillo que solo da nuestro señor.

¿Sus hijos son creyentes?

Sí. Dayanita (reina) es una niña muy sencilla y hasta fue maestra de escuela dominical. Le he sembrado los valores que les sirven en este diario caminar de la vida porque sin Dios no somos nada. Mi otro hijo también tiene a Cristo en el corazón aunque ya no vaya mucho a la iglesia y mi tercera hija (8 años) es una niña con una fe muy ferviente que todas las noches me arrancha lágrimas por medio de sus oraciones.

¿Qué es lo que pide su hija en las oraciones?

Que le de fortaleza a la mamá, o sea a mí. Que me cuide y me proteja. Es muy tierna y cariñosa. Todas las noches ora. Las bases que ella tiene las tiene muy fortalecidas porque clama a Dios. En sus oraciones habla por todos y hasta cuando ora termina llorando.

¿Cómo fue su vida tras enviudar con tres niños a cuesta?

-Silencio-. Como dice la canción: ese vals me mata, pero podemos hablar de eso. Enviudar para mí fue muy doloroso porque el padre de mis hijos, Enrique Moya Mayorga, fue un muchacho con el que me conocí a los 14 años. Era muy trabajador y mis padres me permitieron que fuéramos novios. Fue un hombre maravilloso y muy bueno. Ayudaba a todos y extendía sus manos.

¿Cómo fue la transición tras la muerte de su esposo?

La tristeza que embargó mi vida fue muy dura. Mi madre me acompañó a dormir en mi cama 11 meses porque yo no entendía el por qué si era buen hombre. Lo recuerdo aún con nostalgia y dolor. Llegué a pensar que no podía avanzar. Me hacía una falta tremenda. Dejó un vacío en mi vida.

¿Cómo logró levantarse?

Le dije a Dios que si él no me ayudaba yo me iba a morir. Mi oración fue con el alma. Aunque duré un año. Es que yo pensaba que la vida sin él no era vida. Hasta mi fe empezó a quebrarse porque en la biblia me dice que el ángel de Jehová anda alrededor de los que le temen y lo defienden entonces yo empecé a decirle: ¿Señor dónde estabas cuando mataron a mi esposo?

¿Cómo recuperó la fe?

Le oré con todo mi corazón y el señor Jesucristo empezó a hacer la obra y me levantó de aquel estado en el que me encontraba. Desde ahí vi la vida de otra manera. Yo sin él no soy nadie. Y desde entonces empecé a recordar a mi esposo como algo maravilloso que fuimos la familia Moya-Ayala.

¿Cómo recuerda a su esposo?

Era un hombre espectacular. Como él ya no hay. Fue mi amigo, mi esposo, un buen amigo compañero, concejero y un padre ejemplar. –Llanto- Hubo dos hombres maravillosos que se fueron de mi vida: Tito Ayala Cedeño, que descansa en los brazos de Cristo 10 años, quien fue un padre ejemplar, nunca nos faltó la lechecita, los lapicitos de escuela; y mi esposo quien fue un guerrero Dayanita era la niña de sus ojos.

¿Tuvo una buena vida junto a su esposo?

Sí. Era un hombre tan amoroso. Era dedicado a sus hijos. Cuando los niños eran pequeñitos y lloraban él estaba junto a la cuna y los cuidaba. Los amó demasiado. Era dado a su hogar y trabajo. No era un hombre parrandero. Disfrutábamos de la familia. Cuando él murió mi hija Fiorelita quedó de dos años y ahí sufrí tanto porque no hubo esa ayuda porque él era el niñero de mis dos primeros hijos (risas).

¿Son una familia unida?

Tuvimos un hogar con calidez especial. Con amor y con un vínculo único. Eso siempre se lo adquiere a los pies de Cristo.

¿Se considera madre y padre para sus hijos?

Sí. Pero es un poco difícil porque mis hijos mayores saben cómo fue la relación con su papá y la calidad de padre que tuvieron. En cambio la babé aún no lo entiende. Como por ejemplo para el día del padre que muestra un poco de rechazo cuando es de hacer una tarjeta pero cuando es el día de las madres llega con alegría contarme que está haciendo para mí con amor.

Allí es cuando mi cerebro se pone a funcionar y debo estar alerta para saber qué decir pero siempre Dios me da la respuesta. Entonces le digo que haga la tarjeta porque tiene un padre que está en el cielo que es señor Jesucristo y que papito Enrique partió pero estoy yo quien soy su mamá y papá ¡Aquí en la tierra yo soy su todo! Aunque ella sabe diferenciar el rol que cumple cada quien. Pero con el amor de Dios no se me hace difícil compensar esos dos roles.

¿Se considera una buena madre?

Sí. Porque una buena madre no es la que al niño le da todo sino la que está pendiente llevándolo a la presencia de Dios ante las oraciones.

El amor de Dios es el que me provee sabiduría para compaginar el amor de la madre con este amor paternal.