El padre Carvajal y su mejor amigo

Estampa. El sacerdote junto a su mascota cómplice, Gus.
Estampa. El sacerdote junto a su mascota cómplice, Gus.

Susana Freire aborda la vida del ‘padre torero’ José Carvajal, y su amor por los perros.

Susana Freire García ·

La casualidad me brinda la oportunidad de conocer personas, lugares y hechos, que han sido tema de variados textos publicados en estas páginas mas, sin duda alguna, la historia que voy a relatarles me ha conmovido: se trata de José Carvajal y su fiel compañero de cuatro patas, que despertó mi curiosidad y me instó a escribir estas líneas.

Basta decirles que mientras me hallaba al interior de la iglesia de Santa Ana (sur de Quito), observé que un perrito caminaba cerca del sacerdote que oficiaba la misa sin que su presencia incomodase ni al religioso, ni a los asistentes.

Intrigada, le pregunté a una señora por qué el can se encontraba allí. Ella me explicó que era el perro del párroco, así que esperé a que el sacerdote terminase de celebrar la liturgia para indagar sobre aquel amigo peludo.

El ‘padre torero’

Empecé a dialogar con el sacerdote José Carvajal (párroco de Santa Ana), y es de aquellos que tienen brillo propio. Originario de Riobamba, cultivó desde joven su amor por el arte, de ahí que estudió en la Escuela de Bellas Artes de Guayaquil.

Posteriormente, se trasladó a Quito e ingresó en el Convento de San Francisco. Regresó a Riobamba para realizar el noviciado. Por motivos personales cursó su último año de teología en calidad de seglar, y se ordenó como sacerdote diocesano, sirviendo por vez primera en Tambillo, lugar en el que le conocen como el ‘padre torero’, debido a que en su afán por recaudar fondos para la guardería infantil y aprovechando las fiestas de Nuestra Señora de la Asunción, solicitó a los señores que organizaban las corridas de toros que le brindasen un día de taquilla a fin de obtener el dinero que necesitaba.

Ante la negativa de los organizadores, decidió pedir ayuda directamente a un hacendado de la zona para que le alquilase gratuitamente algunos toros, mismo que aceptó con la condición de que el sacerdote torease.

El religioso aceptó el reto, y ante un lleno total (tomando en cuenta que era lunes) se estrenó como torero en 1990, haciendo las delicias de un público que le vitoreó y sacó en hombros por la puerta grande.

Tras 4 años de permanencia en Tambillo, viajó a Roma y estudió en la Pontificia Universidad Gregoriana (teología dogmática y bienes culturales de la Iglesia). De regreso al país, le enviaron al sector de Monjas, y luego fue a Pomasqui, donde permaneció 14 años.

En la parroquia de Santa Ana trabaja desde el 2014, y cuenta con el beneplácito de la comunidad gracias a su sencillez y espíritu de servicio, que se traduce en formar laicos que desean colaborar con la Iglesia Católica, por lo que imparte clases (teología dogmática, liturgia y arte sacro) en la escuela que funciona en el templo de la Villa Flora.

Hombre de arte

Además de sus actividades como párroco, el padre Carvajal no ha dejado de cultivar sus dotes artísticos, prueba de ello son sus obras que permanecen en los sitios por los que ha pasado (Italia, Tambillo, en la Iglesia de La Paz, Azogues, Pomasqui, en casas particulares, etc.).

En la iglesia de Santa Ana son obras de su autoría unos altos relieves de la Virgen María, Jesús y San Francisco, los vitrales, el confesionario, el coro, mismos que evidencian una sensibilidad artística que es muy apreciada por vecinos y visitantes.

Su encuentro con ‘Gus’

Cuando el padre Carvajal cumplía su función de párroco en Pomasqui, un buen día observó a un perrito que estaba frente a la casa parroquial. Pensó que era de alguna familia de la zona, mas el animalito no se movía del lugar.

Empezó a brindarle comida, a lo que el perrito contestaba con gestos de gratitud, ganándose el cariño del sacerdote. Desde ese momento, ‘Gus’ se convirtió en su amigo fiel (su amistad dura ya 7 años), y le acompaña en todas sus misiones sacerdotales (en Pomasqui también adoptó a una perrita, ‘Niña’).

El perrito es conocido y querido por los vecinos del barrio, al punto que su presencia en el templo de Santa Ana durante el santo oficio nunca ha sido cuestionada, ya que es educado. Entre risas, el sacerdote me cuenta que hay quienes piensan que ‘Gus’ le roba protagonismo durante la misa.

El vínculo que les une es tan especial, que no tiene reparos en confesar que la muerte de ‘Gus’ le va a doler mucho. Hasta tanto disfruta de su compañía, haciendo efectivo el auténtico sentido de su vocación sacerdotal, no solamente a favor del prójimo sino de su noble amigo, que lo mira con ojos llenos de ternura…

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