Fidelidad

Jaime López

Desde hace rato que la década del sesenta, del siglo XX, debe ser definida como un verdadero renacimiento y quienes doblaron la esquina de su pubertad para acceder a la de la juventud, por aquellos años, sienten que fueron afortunados testigos y muchos de ellos protagonistas, de cambios radicales que iban configurando un mundo nuevo, entre ellos el cambio de mentalidad para seguir enfrentando el vértigo que ha sido vivir desde allá para acá. América Latina estaba azotada por las dictaduras implacables que irónicamente eran disfrazadas, en muchos lugares, como constitucionales y hasta democráticas.

El clamor del ¡basta ya! recorría colegios y universidades y la protesta estudiantil constaba en el pensum. Era normal, entonces, fabricarse la utopía revolucionaria y si por allá, por el hermoso lagarto acostado en el caribe, su pueblo digno y soberano al mando de Fidel Castro, acabaron el feudo de los mafiosos que la habían convertido en cabaret, muchos fueron encandilados por ese súbito fulgor y creyeron en su revolución. Y en sus líderes, algunos de ellos asesinados luego, uno de los principales, Ernesto Guevara, convertido en figura para decorar prendas de vestir, o en autor plagiado con desparpajo y sin vergüenza, de la frase para terminar comedias sabatinas, hasta la victoria siempre.

El pueblo cubano, noble y altivo, sufrió y sigue sufriendo los errores de la implantación de un sistema socialista que nunca despegó de su equivocación conceptual y de la tiranía de sus dirigentes. Mayo de 1968 en Francia, los desnudó y el mundo absorto, viró la cara hacia otro lado lleno de decepción- Fidel Castro siguió con extrema fidelidad su línea marxista demostrada hasta la saciedad que no podía cristalizar en ninguna geografía, porque en donde se quiso hacerlo fracasó. A pesar de ello su sombra ha cobijado a tiranías disfrazadas de democracia, por la manipulación de sistemas electorales que Fidel mismo despreció muchas veces por ser falsos.

Sus consejos han sido seguidos y la atomización de los Estados, incluidos sus Fuerzas Armadas, han opacado y eliminado a la protesta, inundando con corrupción muchos esquemas que pudieron configurar verdaderos Estados. Ha muerto Fidel y la historia lo recordará. Pero la que hemos estudiado muchos, no lo absolverá.