La OTAN: muro tambaleante de la democracia

ALAN CATHEY DÀVALOS 

La llamada Alianza Atlántica, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, abreviada a sus siglas OTAN, es hoy la alianza militar más antigua del mundo, y la única integrada solo por estados democráticos. El  4 de este mes, se recuerda el 75 aniversario de su establecimiento, en un 1949 que vivía unas condiciones sumamente diferentes a las que se viven hoy.

NECESIDAD DE LA POSTGUERRA

Apenas 4 años antes, en mayo de 1945, había concluido la II Guerra Mundial en el teatro europeo, con la rendición de un Reich reducido a escombros, ocupado por las fuerzas vencedoras, y partido en cuatro sectores, a ser administrados por los Estados Unidos, la URSS, la Gran Bretaña y Francia. A excepción de España, que venía saliendo de una sangrienta guerra civil, Suecia, Portugal y Suiza, en la Europa continental, todo el resto de sus países habían sufrido, en un mayor o menor grado, los estragos de la guerra, sea leves, como en Dinamarca, ocupada por el III Reich, sin oposición, temprano en la Guerra, o muy severos, como en Francia, Italia, Polonia, y en general, la Europa del Este, los Balcanes y claro, la URSS, que sufrió y resistió el embate de los ejércitos alemanes, con masivas pérdidas humanas, unos 12 millones de personas, muy cerca del número de víctimas de la planeada hambruna que causó la colectivización de la agricultura soviética a principios de la década de los años 30, que produjo unos 8 millones de muertos en Ucrania, en el genocidio al que se ha llamado el Holodomor, el genocidio del hambre, intencionalmente causado por Stalin, los muertos por sus purgas, del orden de un millón, y la destrucción de infraestructuras, a una escala equivalente, desde junio de 1941 hasta fines de 1944, cuando las últimas tropas alemanas salen de la URSS.

16 millones de muertos en Europa

Para Alemania, la guerra le pasó una factura muy elevada, con casi 4 millones de muertos y desaparecidos, y con muchas de sus ciudades reducidas a escombros, al igual que sus industrias, por la estrategia británica del “bombardeo estratégico” y la guerra en su territorio, desde 1944 hasta su rendición final.

Las víctimas europeas de la guerra, fuera de las ya mencionadas, se estiman en unos 12 millones más, incluidas las víctimas del Holocausto. Estas cifras, estimativas en una buena medida, no nos hablan del dolor y la angustia de un continente despedazado en el furor de la guerra, pero sí e pueden ayudar a comprender cuánto se valoran en Europa los 45 años de paz de que han disfrutado, hasta los conflictos étnicos y religiosos que se produjeron al disolverse la Yugoslavia de Tito.

Para 1949, apenas se estaba iniciando una lenta recuperación, pero la situación era, de manera general, muy precaria. La producción agrícola era insuficiente para la demanda, lo que obligaba a grandes importaciones desde Estados Unidos y Argentina, que aportaron su gran capacidad productiva para paliar en algo la penuria alimentaria europea.

El escenario de la post guerra era sombrío, lo que favorecía las políticas soviéticas, que se hallaban representadas por fuertes partidos comunistas en Francia e Italia en especial, y en los países del este europeo, ocupados por la URSS, y convertidos prácticamente en una suerte de colonias, en las que se impusieron a la fuerza los partidos comunistas fieles a la URSS.

La Guerra Fría

Apenas concluida la guerra, se establecieron las líneas maestras de lo que sería la Guerra Fría, el enfrentamiento ideológico que marca decisivamente la segunda mitad del siglo XX, entre los países democráticos liberales, con economía de libre mercado, y las autocracias comunistas, de economía centralizada.

Acertadamente, Estados Unidos comprende la necesidad urgente de relanzar la economía europea como único camino para detener el avance del comunismo, pues correctamente evalúa que las políticas liberales, por su naturaleza, generarán riqueza y bienestar en la población, que se alejará de los cantos de sirena de un sistema cuya mayor capacidad era, entonces como ahora, el generar miseria  y convencer a la vez, por medio de una hábil propaganda, que todo estaba bien, y que del otro lado, se morían de hambre o poco menos.

El Plan Marshall

En 1948, Estados Unidos lanza el llamado Plan Marshall, una gran inversión de 13 mil millones de dólares de la época, para que la economía europea se reactivara. En un corto tiempo, así sucede, y en 10 años, la Europa Occidental está de nuevo en marcha, hacia sus estados de bienestar, construidos por la generación que salió de la guerra, traumada por la destrucción y la pérdida de millones de vidas. Las miserias de la guerra, las carencias  y el hambre, motivarían a esa generación de la post guerra a trabajar intensamente, en largas jornadas, seis días por semana, para alcanzar y superar los niveles de vida previos al conflicto. Se hablará del “milagro alemán”, pero en realidad el milagro fue europeo, de la Europa Occidental entera.

El primer frenazo, Grecia.

Notablemente, ese milagro tuvo lugar durante un momento de tensiones crecientes, por la competencia entre Este y Oeste, marcada por  la presencia de los ejércitos soviéticos en el corazón de Europa, desde Checoslovaquia a Europa Oriental, y los Balcanes al completo. Grecia estuvo a punto de convertirse en uno más de los Estados satélites soviéticos, en su guerra civil entre 1946 y 1949, producto de la insurrección comunista, apoyada con armas y recursos por ese hinterland balcánico que ya había sido capturado por el movimiento comunista. En efecto, el conflicto griego es la primera batalla de la Guerra Fría, y el que haya concluido con la victoria democrática, detuvo al imperialismo soviético y logró que se equilibre la geopolítica balcánica, hasta la ruptura entre Yugoslavia y la URSS, cuando el Mariscal Tito resolvió desmarcarse del opresivo abrazo del oso soviético y buscar la tercera vía, que llevaría más adelante, con la descolonización africana y asiática, y el final de los Imperios coloniales europeos, al que se llamará Movimiento de los no Alineados, como alternativa al alineamiento Este Oeste.

El imperio de la fuerza

La URSS utilizó su presencia militar en todo el este europeo, como palanca de poder para imponer su sistema, pues en efecto, nunca se desmovilizó tras la victoria. Esta presencia, a la que se unió muy pronto su capacidad para la producción de armamento nuclear, puso al continente europeo bajo la amenaza de un chantaje militar, convencional y nuclear, que la dejaba a merced de las decisiones y hasta de las imposiciones soviéticas. Para todos los fines prácticos, entre los ejércitos soviéticos y el Canal de la Mancha, no existía ninguna fuerza capaz de detenerlos, en caso de una escalada militar. En ese momento, tan solo la disuasión nuclear norteamericana era lo que frenaba a la URSS. Esta situación, que implicaba una peligrosa inflexibilidad en las opciones estrategias, fue el catalizador para que, en el mes de abril de 1949, se creara la OTAN, una alianza militar basada en el compromiso de que un ataque contra uno cualquiera de los aliados, fuera considerado como uno contra todos, y respondido por todos.

El rearme

La necesidad de equilibrar la preponderancia militar de la URSS, necesariamente dió lugar a la reconstitución de las fuerzas militares europeas, en particular, a la creación de una fuerza armada alemana, pese a los temores y recelos de la época. La OTAN se reveló como un invaluable factor de estabilidad, durante lo más intenso de la Guerra Fría, evitando los conflictos armados, que si se dieron en el marco de la misma, en la periferia, como en  el caso de la guerra de Corea, la de Vietnam, y las guerras de independencia africanas, que pasarían a ser el escenario bélico de las ideologías que se enfrentaban.

Bloqueo de Berlín

El episodio del bloqueo de Berlín, entre 1948 y 1949, un chantaje que la URSS quiso imponer a sus antiguos aliados para quedarse con Berlín, reduciéndola por hambre, puso en claro el verdadero alcance de las intenciones soviéticas, y sería factor determinante en la creación de la OTAN. El fracaso del bloqueo, por la capacidad norteamericana y británica para el abastecimiento diario, por medio de un puente aéreo durante casi un año, de dos millones de personas, en efecto rehenes de un estado totalitario, todavía conducido por uno de los peores criminales de la historia, Stalin, marcaría un punto de inflexión decisivo para la historia europea y mundial.

Comprar tiempo

La creación de la OTAN en 1949, significó una compra de tiempo para que el efecto del Plan Marshall pudiera sentirse en las economías europeas de post guerra, pues la inversión de recursos en la reconstrucción industrial, no se podía producir en uno o dos años, pero a doce de su inicio, el cambio sería fenomenal. Ese cambio se manifestaría claramente en la postura política interna de los países donde el partido comunista había aparecido como una alternativa real de poder, por el estado de pobreza extrema al que la II Guerra Mundial había conducido, en un relativo paralelo a lo que ya sucediera luego de la I Guerra, con la Revolución bolchevique en Rusia, y similares movimientos en Alemania, donde se crean ya unos soviets al estilo ruso, o en Hungría, en la que se establece un efímero estado comunista, con Bela Kun a la cabeza.

Para 1960, las democracias occidentales ya están firmemente asentadas, en medio de un inédito y creciente bienestar económico y la estabilidad política consecuente. En esos cortos años, la brecha económica entre una Europa Occidental liberal, que además ya ha dado sus primeros pasos hacia un Mercado Común, germen de la futura Unión Europea, es cada día más acusada, y la de Europa del Este, se amplía rápidamente. En el bloque oriental, pese a las censuras y a los vendajes ideológicos, la población es muy consciente del bienestar y la riqueza de sus vecinos, y del contraste con su lamentable situación de pobreza extrema, al haberse convertido, en efecto, en colonias soviéticas.

¿Resistir o escapar?

Esa comprensión origina, junto a la opresión y falta de libertades, una gran resistencia a la presencia soviética, que se manifiesta en las rebeliones en Alemania Oriental en 1953, y en Hungría, en 1956, ambas aplastadas por el Ejército soviético a sangre y fuego. Ante esa realidad, la población busca la manera de irse a buscar su futuro en otra parte, y cientos de miles de húngaros, checos, alemanes, se van a occidente con lo puesto. Al constatar este éxodo paulatino, que amenaza con vaciar de población a esos países, la política agresiva y de expansión soviética, cambia. Se levantan, a lo largo de las fronteras entre Este y Oeste, las alambradas, las torres de vigilancia con soldados y ametralladoras, campos minados y reflectores, ya no para detener a unos imaginarios invasores, pues a nadie se le iba a ocurrir, en la Europa Occidental, “escapar” a la Oriental, sino para evitar que los ciudadanos de esta, huyan.

Con su notable sentido dramático, Winston Churchill calificará a esta política de encierro, como el Telón de Acero.

Un Gulag continental

En efecto, es la declaración más flagrante de que la Europa Oriental es un enorme campo de prisioneros, un Gulag de una dimensión continental. La joya de la corona del Telón, será el Muro de Berlin, erigido entre gallos y medianoche, en agosto de 1961, luego de que más de 3 millones de alemanes orientales habían huido a la nueva Alemania Federal. Durante los siguientes 28 años, el Muro sería la más visible demostración del fracaso de un sistema, obligado a mantener a sus pueblos encerrados y rodeados de alambradas y de guardias armados, para evitar que se vayan.

En los 28 años que transcurren entre la construcción del Muro y su caída, la brecha económica y tecnológica entre Este y Oeste, tan solo se acentúa. La URSS debe dedicar a sus fuerzas armadas, un porcentaje cada vez mayor de su PIB, pues su economía se hace cada vez más ineficiente. Mientras la OTAN y Estados Unidos dedican un 3 o 4% de su PIB a defensa, la URSS, con una economía que es equivalente a la de Italia, debía destinar, tan solo para igualar el gasto de sus rivales, entre el 25 y el 30% de su presupuesto, privando a su sociedad de las inversiones esenciales en salud, comunicaciones y servicios públicos de calidad, condenándola a niveles de vida muy precarios. El único campo donde la URSS logra mantener el paso, es en su aparato militar, lo que origina, sobre todo en la década del 70 y parte del 80, una carrera armamentística y el gran crecimiento de los arsenales nucleares, de los que también se dotan el Reino Unido y Francia.

Una OTAN eficaz

La OTAN se mantiene en su función estabilizadora, sin que se llegue a ningún enfrentamiento entre ésta y su contraparte, el Pacto de Varsovia, la “alianza” del Este europeo, liderada por Moscú bajo la doctrina de la “soberanía limitada”, el eufemismo formulado por Leonid Brezhnev, para justificar las intervenciones militares soviéticas ante cualquier desviación de los lineamientos del Kremlin.

En 1979, la URSS decide intervenir en un país vecino, Afganistán, en apoyo a un gobierno comunista títere, en graves dificultades para gobernar. La invasión de Afganistán fue una catástrofe económica y moral para la URSS, al punto que, cuando ésta se retira, 10 años más tarde, está en bancarrota en ambos aspectos. Su dominio en Europa Oriental se ha disuelto, y para 1992, el Imperio Soviético entra en liquidación. La apuesta que se hizo en 1948, del Plan Marshall, y de la OTAN al año siguiente, rindió unos frutos excepcionales, al punto de, sin disparar un solo tiro, la URSS desapareció del escenario internacional, dando paso al nacimiento de varios estados sucesores independientes, de los cuales Rusia se quedó con el arsenal nuclear construido durante la Guerra Fría.

La peligrosa victoria

Europa y la OTAN, en exceso de optimismo, consideraron que no existían ya amenazas a su existencia, y descuidaron durante mucho tiempo sus responsabilidades para mantener su capacidad disuasoria. Los Estados de la Europa Oriental, mucho menos crédulos, por sus experiencias con el imperialismo ruso a lo largo de su historia, tan pronto pudieron, solicitaron su ingreso a la OTAN, ante el muy probable riesgo de una resurgencia de Rusia. Incluso los estados bálticos, que formaron parte del Imperio Soviético por 50 años, con su independencia, buscaron el amparo de un poder capaz de protegerlos de la histórica rapacidad rusa.

Es importante comprender, para no caer en la narrativa putinista, que esa afirmación acerca del crecimiento de la OTAN hacia el Este, es una falacia, una falsificación de la historia. No es que la OTAN se extendió hacia el Este, sino que Europa Oriental y los Estados bálticos, se movieron hacia Europa, en una decisión de autoconservación, ante las evidencias de un pasado de agresiones desde Rusia. Este conveniente equívoco que plantea Putin es uno de sus argumentos más repetidos para justificar sus agresiones en Georgia en 2008, en Ucrania en 2014, con la anexión de Crimea y el aliento brindado por Rusia a los grupos separatistas del Donbas, y la guerra general de agresión lanzada desde febrero de 2022.

No tolerar la agresión

El neo imperialismo ruso, pese a los avisos que dio desde 2008, no generó una respuesta firme desde la OTAN, ni modificó el estado de complacencia y retaceo en las inversiones en defensa, con el actual resultado, una Rusia que se preparó muy bien para su agresión a Ucrania, e incluso para una guerra larga con la OTAN, como se demuestra por la rápida transición rusa a una economía de guerra.

A la OTAN, a la Unión Europea y a los Estados Unidos, Rusia les mintió sistemáticamente al afirmar que las aseveraciones de inteligencia, británicas y norteamericanas, eran histerismo y desinformación. La realidad demostró que, desde un principio, los mentirosos y falaces fueron Rusia y su presidente.

El futuro de la OTAN se pinta cuesta arriba. El tiempo perdido en preparación, instrucción y entrenamiento en las nuevas y complejas realidades de la guerra, no es sencillo ni se puede improvisar. Los ejércitos europeos, al decir de sus propios líderes, están totalmente impreparados y carentes de equipos por los muchos años de descuido. Sus industrias militares, trabajando por muchos años a medio gas, demorarán bastante en ponerse a plena capacidad, cuando la guerra moderna demanda una impresionante cantidad de armas, equipos y municiones, pues su consumo en el campo de batalla es masivo. Los diez mil obuses de artillería que con gran esfuerzo acaba de entregar Alemania, son los necesarios para unos pocos días de batalla. Toda la OTAN no logró entregar el año 2023, más allá de unos 200 tanques Leopard.

Asumir sus responsabilidades

Los llamados que se hacen, desde el comando de la OTAN, y hasta de los primeros ministros, está dirigido a despertar, entre los legisladores y la misma población la urgencia del momento, pues dentro de lo posible está una severa limitación de la participación de Estados Unidos en la Alianza, y hasta su retiro de la misma, en el escenario de una victoria de Trump en las elecciones. Ante esta posibilidad, la Unión Europea quedará por su cuenta para su defensa, ante una Rusia ya plenamente movilizada y envalentonada, en el caso de una victoria en Ucrania, para seguir adelante en su declarado propósito de volver a las fronteras de la URSS en 1992, incluidos los países de Europa Oriental y los bálticos.

Las observaciones del liderazgo militar de la OTAN, del primer ministro polaco Tusk, y del mismo Olaf Scholz, son realistas y deberían ser escuchadas por toda la Unión.

Está por verse si existe todavía en Europa la decisión de luchar por sus valores y su futuro, o, como muchos afirman, carece ya de esa voluntad y no está dispuesta a los esfuerzos, a los que si estuvieron sus abuelos. Sería trágico que una Unión Europea que demoró 1000 años en concretarse, sea flor de un día y termine bajo el yugo de un conquistador.

ALAN CATHEY DÁVALOS