Imbabura geoparque mundial

Autor: Ramiro Ruiz R. | RS 74


Los geoparques son áreas geológicas importantes para promover el desarrollo territorial. Tienen relación y dependencia con la educación, el geoturismo y la conservación del entorno. A escala mundial hay 127 de estas áreas. La mayoría está ubicada en Europa y Asia.

La provincia de Imbabura esperó desde el 2015 la declaración oficial como Geoparque de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). El Comité Ejecutivo de la institución internacional, se reunió del 3 al 17 abril en París.

El 26 de febrero, el Consejo de los Geoparques de la Unesco decidió designar a la provincia de Imbabureña entre los seis sitios del mundo. Otros lugares calificados para ingresar en la categoría internacional fueron: Montañas do Courel (España), Jiuhuashan (China), Kütralkura (Chile), Archipiélago de Vis (Croacia) yY imengshan(China).

Para alcanzar la calificación trabajaron los Gobiernos Autónomos Descentralizados de Ibarra, Otavalo, Cotacachi, Antonio Ante, Urcuquí y Pimampiro, con el apoyo técnico y científico de IDS Ecuador, Instituto Nacional de Investigación Geológico Minero Metalúrgico, Ministerio de Turismo y Ambiente, Corporación Eléctrica del Ecuador, Pontificia Universidad Católica de Ecuador, Sede Ibarra; Universidad Central del Ecuador, Instituto Geofísico – Escuela Politécnica Nacional y Universidad Técnica del Norte.

En la actualidad existe una importante investigación y publicación que lo ha hecho por muchos años, el Instituto Otavaleño de Antropología, las universidades de Otavalo, Universidad Técnica del Norte y Universidad Católica, Sede Ibarra. Se suman investigaciones y publicaciones de la Casa de la Cultura Núcleo de Imbabura, Museo del Banco Central de Ibarra, Museo de las Culturas de Cotacachi.

El conocimiento de la historia, la evolución social, la cultura y sus cambios a través del tiempo están a disposición de instituciones y del lector nacional y extranjero. La cultura forma parte de la industria del turismo que todavía está formándose en el país.

La publicidad global aumentará la visita de lugares extraordinarios: lagos y montañas. La naturaleza ha sido generosa y noble, con un clima moderado, variado y acogedor.

Está en manos de los GADS, la sociedad y medios de comunicación el cuidado de la naturaleza y la perfección del trabajo de los artistas de San Antonio de Ibarra, los músicos y artesanos de Cotacachi, Atuntaqui, Otavalo, Zuleta, los agricultores de Pimampiro.

La provincia azul

Imbabura tiene una diversidad geológica, étnica y cultural de los pueblos patrimoniales que pertenecieron a los cacicazgos de Cayambe, Otavalo y Caranqui.
La Provincia de Imbabura ha sido el núcleo de atracción para los turistas que buscan el goce de lugares, la exquisita gastronomía y gente extraordinaria. Los paisajes de Imbabura han sido el principio de inspiración de escritores, artistas visuales y músicos. Basta recordar el consagrado pincel de Rafael Troya, la pluma de Carlos Suárez Veintimilla; músicos y compositores como Segundo Luis Moreno Andrade. Ellos han arrancado de este lugar ecuatoriano las mejores estrofas, imágenes y notas, con el misterioso sentido ecuatoriano. El paisaje incide en la creación del arte y en la actitud de las personas que son sensibles y generosas

La provincia comienza en el nudo de Mojanda Cajas. Después de pocos minutos de la frontera de la Provincia de Pichincha, es impresionante observar el lago San Pablo. El lago ritual de los Otavalos, y ahora el lugar de artesanos de la totora de San Rafael. Más al sur está Otavalo, ciudad añeja arrullada por el río Machángara. Otavalo “luz de la mañana recién nacida”, hembra que canta la canción de le eterna primavera.

Las montañas andinas de las dos cordilleras, oriental y occidental enmarcan los valles de Imbabura de norte a sur, luciendo sus perfiles azulados, a veces ondulante, o caprichosamente recortados sobre el confín lejano del horizonte. El espacio se extiende en un inmenso arco con gamas de azul, que va transformándose, mientras termina el día desde el topacio, rosado, y nuevamente azul intenso hasta perderse en las noches estrelladas de verano.

Al costado oriental de la provincia, en dirección de sur a norte, se levanta el cono del monte imponente Imbabura, dios eminente de las tribus aborígenes. En su falda azul y verde, se recuesta sosegado el bello lago de Imbacocha, rodeado de lugares encantadores y fascinantes. Crecen con libertad totoras, centenarios eucaliptos europeos, sauces llorones. Las parcelas y huertos de los campesinos se amplían formando un mosaico de figuras de colores hasta los helados pajonales.

Al noreste del Imbabura, sacan la cabeza el Cubilche y Cunru. Mientras en la lejanía del horizonte se insinúa la cima blanca y reluciente nevado Cayambe. La cordillera de Angochagua se ensancha hacia el norte en las alturas de Yuracruz, y más al norte, distante la cordillera de Pimampiro.

Al final de las faldas del Imbabura desciende un valle de matices verdes. Ahí está la ciudad blanca de Ibarra. Hacia el sur, la parroquia histórica Caranqui, antiguo centro de la realeza donde nació el heroico Atahualpa, y al occidente la parroquia de San Antonio, centro artístico de la madera.

Al noroccidente aparece el Cotacachi, cerro volcánico. En las faldas se tiende la ciudad Tiene un clima acariciante, suelo seco, arenoso y volcánico, donde jamás se forman barrizales. Muchos aborígenes nómadas de distintos lugares del país se asentaron allá desde millares de años antes de la llega de los españoles.

Las quebradas profundas del río Blanco y del Ambi cortan el valle central. Al fondo se levanta la cordillera occidental. Al sur se aprecia el gigantesco cráter que rodea el lago Cuicocha.

El valle del sabor

En el norte de la ciudad de Ibarra está encajado el histórico lago Yaguarcocha de aguas verde azuladas. La carretera Panamericana se abre en una curva desde donde de observa al otro lado del río Ambi, el Valle de San José y Salinas, donde viven las rítmicas y sensuales negras que bailan la “bomba”. Siguen cañaverales y pastizales. Salinas se prolonga en la ensenada del río Chota entre colinas áridas y salitrosas.

La carretera desciende por los cañaverales de Tababuela, cruza una zona rocosa y desierta y llega al valle del río que le traspasa espesándole de verdor. El valle del Chota es de contrastes de riberas verdes y fecundas. Se cultivan tomates riñones colorados, pepinos gordos y jugosos; cementeras de fréjol matambre y anchos terrenos de caña africana.

En el valle los negritos juegan al fútbol desde que nacen, las mujeres mueven sus caderas cadenciosas con la música y los tambores que se repiten en Africa. Allá formaron los poblados del Chota.

Imbabura, una postal única y extraordinaria, la provincia abierta al viajero con fascinantes sorpresas.