Fentanilo trastoca el mundo

Alan Cathey Dávalos | RS 85

Guerras asimétricas. Se utiliza esta denominación para definir los conflictos donde las diferencias materiales y tecnológicas entre los contendientes son muy marcadas, lo que excluye la posibilidad de uno de ellos de practicar lo que se conoce como guerra convencional.

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Ejemplos que nos ilustran al respecto serían las guerrillas que se practicaron en Indochina o en Afganistán, donde grandes potencias militares como los Estados Unidos, la URSS o Francia, sufrieron claras derrotas ante un enemigo que supo de la mejor manera, aprovechar su superioridad en conocimiento del terreno, adaptación a los entornos, y voluntad de lucha, un intangible de enorme significación en la guerra, como lo ha demostrado en estos días Ucrania.

Nuevos escenarios
Pero la guerra, sobre todo ahora, no se limita a los tradicionales escenarios, convencional o asimétrico, que se describieran, sino se ha trasladado a otros planos, acercándose a lo que definiera Carl von Clausewitz hace dos siglos, en su obra Vom Kriege (De la Guerra), al afirmar que “la guerra es una extensión de la política, por otros medios”.

Clausewitz es en cierta manera el continuador del florentino Maquiavelo, en su comprensión del alcance y la complejidad que encierra el conflicto, muy lejos de categorías éticas, más allá de lo que sirva a los intereses del Estado o del príncipe.

Pragmatismo
El análisis de ambos autores es pragmático y apela al realismo, más allá de las visiones de nobles y caballeros, que la concebían hasta como un deporte.

La influencia de ambos pensadores durante los dos últimos siglos ha sido decisiva como herramienta de análisis, para historiadores y estudiosos de temas militares y de relaciones internacionales en todo el mundo.

Repensar la teoría
Los entornos geopolíticos han variado enormemente, y quien sabe si aún más, los medios tecnológicos materiales para la guerra, lo que determina al presente, la necesidad de enfocar las líneas maestras dejadas por éstos precursores, dentro de las nuevas realidades que en el mundo actual se manifiestan; posiblemente la de mayor impacto, y a la vez de dificultad de aprehensión, es la vertiginosa velocidad del cambio tecnológico, que modifica, a veces en meses, paradigmas que anteriormente se mantenían por décadas o siglos.

También resulta abrumador el impacto que ha significado la globalización de las economías y su creciente interdependencia, dentro de unas variables de una amplitud y complejidad nunca vistas, con las consiguientes incertidumbres, muchas veces provocadas.

Sutil destrucción
Sin duda, si Clausewitz escribiera hoy, entre sus consideraciones más destacadas, estaría la economía como un escenario del conflicto político, que se proyecta a manera de guerra, como otra extensión de la política, sin usar los medios de destrucción tradicionales, sino otros, más sutiles, y quién sabe, mucho más destructivos.

Atacar la base humana
De igual forma, reflexionaría sobre las varias alternativas que están hoy al alcance de los Estados, para afectar las bases humanas de las sociedades, desde el uso de propaganda, de enfermedades, y de medios químicos, sin olvidar los recursos de adicción tecnológica.
Posiblemente, para Clausewitz habría sido más fácil comprender las ventajas militares de un misil, de un dron o de un submarino, pues su formación le habría dado pautas en tal sentido, antes que acerca de estas nuevas armas, de naturaleza no militar, pero de devastadores efectos.

Cuarta crisis del fentanilo
Es sobre una de estas armas de las que este comentario trata, y cuya importancia está siendo destacada en un titular de CNN, al hablar de estar ya en la cuarta fase de la crisis del fentanilo en Estados Unidos, en la que se ha sobrepasado 100 mil muertes por causas relacionadas al abuso de esta substancia, en el año 2021. Junto al fentanilo, también se da el consumo creciente de metanfetaminas, al punto que han dejado atrás el uso de drogas más “tradicionales”, como la cocaína, que proviene de Sudamérica, o la heroína, cuyo origen se da desde Afganistán y Myanmar.

Drogas sintéticas
Éstas nuevas drogas son opioides sintéticas, con una capacidad de adicción 100 veces superior a sus competidoras “naturales”, y con unos efectos 50 veces más potentes que éstas. Se considera que una dosis mayor a 2 miligramos es ya fatal. No es necesaria una sobredosis para provocar la muerte de los adictos, pues su uso continuado provoca fallos sistémicos a nivel respiratorio, así como el debilitamiento inmunológico, lo que vuelve mucho más susceptible al organismo a las infecciones.

Precios de “gallina flaca”
Pero las diferencias más importantes son otras. La primera es su bajísimo precio, pues una pastilla de 1 miligramo de fentanilo vale entre 3 y 5 dólares en la calle, lo que la vuelve accesible prácticamente a cualquier persona.
La segunda, la facilidad para su producción, pues tan sólo se requieren la materia prima, y un elemental conocimiento de química, unido a equipos de laboratorio básicos, que pueden instalarse en un garaje.

Utilidad del 1000%
Según los expertos, el kilo de fentanilo en Estados Unidos está en el rango de $ 30 mil, que se reduce a la mitad en México. De cada kilo, se obtiene hasta un millón de pastillas, con un ingreso de entre 3 y 5 millones de dólares, un margen más allá de cualquier equivalente, en otras drogas o en cualquier negocio, legal o ilegal, de mil veces el valor de la “inversión” inicial, a la que se deberá agregar naturalmente el costo de fabricación y el porcentaje de transporte y distribución, pues así de sofisticado es el negocio.

Simplificación y control
Los avezados cárteles de las drogas no han tardado en apreciar los beneficios que las drogas sintéticas les aportan, que no sólo se reflejan en las utilidades, sino también en la simplificación del proceso, eliminando en el camino a productores e intermediarios muy lejanos y difíciles de controlar, y a la compleja red de transportistas involucrados.

Durante la pandemia del COVID, se hizo evidente, en el ámbito de los negocios legales, la necesidad de acortar las cadenas de suministros que se habían extendido durante años de relocación de industrias, especialmente en Asia. Esta comprensión ha determinado que industrias enteras regresen a Estados Unidos o mejor aún, a México, por costes laborales, como la mejor manera para recuperar independencia estratégica de ítems críticos como medicinas o microchips. Exactamente ese concepto es el que se está aplicando a la producción de las nuevas drogas sintéticas.

Flaquean las drogas “naturales”
Comparativamente, la producción de cocaína o heroína, demanda sembríos extensos, sea de plantas de coca, o de amapola, según el caso, susceptibles de fumigaciones o de ser erradicados por quema o manualmente, que en todo caso requieren cuidado y vigilancia, para luego ser cosechados, secados, almacenados y transportados a laboratorios para su procesamiento, que requerirá luego su empaque y envío, desde su origen, a los mercados de consumo, bastante lejos de los países productores. Hablamos de logística a un alto nivel de complejidad, con “peajes” en todas sus fases, con los costos implícitos en tal mecánica.

Capturas gigantescas
Además, identificadas las rutas, la detección de los embarques por agencias antidrogas, se vuelve más frecuente, con la pérdida de cargamentos valiosos. Tan solo en los 3 años del gobierno de Guillermo Lasso en Ecuador, se han confiscado más de 500 TNT. de droga, con un valor de mercado, en Estados Unidos, cercano a 30 mil millones de dólares, esto es, el presupuesto del Ecuador. Importantes decomisos se han dado también en puertos y aeropuertos europeos, un factor que sin duda incide en el precio de la cocaína. Pese a esto, la rentabilidad del negocio era tal, que incluso con esas pérdidas, seguía dejando réditos.
Estas dificultades desaparecen con la droga sintética, tanto en su fabricación, que incluso puede darse en destino final, como en su transporte, si es fabricada en otro lugar, pues las cadenas de suministro, bien controladas y establecidas, existen desde hace tiempo.

Nuevos actores
Ante las ventajas que presentan las drogas sintéticas, han aparecido rápidamente unos nuevos operadores del negocio, siendo de los más destacados los fabricantes de Captagón, una droga similar a la anfetamina, que se ha vuelto un éxito de ventas en Oriente Medio, donde es producido en grandes volúmenes, en Siria, ante la benevolente mirada de Basher al Assad, cuya familia y sus íntimos militares se han involucrado a fondo en su producción, y claro, en la protección de los laboratorios y la distribución del producto, cuyo destino más importante son los Estados del Golfo Pérsico, Arabia Saudita, Jordania y Egipto.

Acortar las cadenas de suministro
Nuevamente se aplicó el criterio de cadenas de suministro cortas, en una región donde contrabandear ha sido, históricamente, una forma de vida, lo que determina la existencia previa de redes de transporte y distribución, que fácilmente se adaptan a las nuevas necesidades.

Maná del cielo
Para Siria, enfrascada en una destructiva y cruenta guerra civil desde 2011, que ha destruido su economía, pues lo único que exporta el país son refugiados, el Captagón resultó un Maná caído del cielo. Según estudios, el régimen de Assad recibe más dinero por este rubro que los cárteles mexicanos por la cocaína.

Son estos recursos que le permiten a la dictadura mantenerse en el poder, reclutando soldados para la represión de los rebeldes. Poco o nada de esta enorme riqueza sirve para las necesidades de la empobrecida población que no ha logrado huir del país, pues quienes se quedan con la parte del león del botín, son la familia Assad por un lado, y los militares, a los que se paga su lealtad y “servicios” con el dinero de la droga.

Cualquier parecido con un país del norte de Sudamérica, a excepción de la guerra civil, es mera coincidencia, ¿o no?

Multimillonario negocio
Para tener alguna idea de los valores de los que se habla, hay que referirse a una captura de la policía italiana, de 14 Tnt. de pastillas de Captagón, por más de mil millones de euros, o los 46 millones de pastillas capturadas por las autoridades saudíes, camufladas en un cargamento de harina, por un valor de 250 millones de euros. Hablamos de 2 capturas, una gota en el mar del narcotráfico.

¿La “venganza del chinito”?
El único cuello de botella que podría afectar el crecimiento de las drogas sintéticas, sería el de la provisión de materias primas, asunto que, realísticamente, se ve muy improbable, ya que su principal productor es China, que ante el éxito de sus productos, difícilmente se avendrá a control alguno, como ya lo dejó en claro, hace algunas semanas, cuando el presidente López Obrador le pidió al gobierno chino su colaboración con información de las exportaciones chinas de materias primas a empresas mexicanas, por la bien fundada sospecha de que éstas eran meras fachadas de los cárteles. En pocas palabras, China le respondió que se ocupara de sus propios asuntos, dejando en claro que la crisis del fentanilo es un problema de Estados Unidos.

¿Doble rasero o desquite?
Curioso rasero, si se lo compara con todo el discurso del “siglo de la humillación”, que es la muletilla del régimen chino sobre todas las malvadas acciones occidentales, entre las que brilla particularmente el enviciamiento de millones de chinos, con opio bengalí provisto por la Compañía Británica de las Indias Orientales, para financiar sus importaciones de té, sedas y porcelanas chinas, allá por la primera mitad del siglo XIX.
¿Será que nos encontramos ante la “venganza del chinito”?

La droga como arma
Los últimos 4 años, desde 2020 a 2023, con una proyección para este último, más de 500 mil personas han muerto en Estados Unidos, relacionadas al uso del opioides sintéticos, a los que se abrió las puertas como medicinas para el dolor, administradas bajo receta, pero que escaparon de control por lo adictivas que resultaron ser. Creado el mercado, en corto tiempo apareció un mercado ilegal paralelo, que ha crecido hasta los alarmantes niveles de hoy.

Si consideramos que, durante los 4 años que Estados Unidos combatió en la II Guerra Mundial, sufrió algo más de 400 mil muertos, o que en los 13 años de la guerra de Vietnam perdió unos 50 mil hombres, resulta fácil colegir que se pueda perfectamente hablar de una guerra, ante la mortandad que el tráfico de estas drogas está provocando en la población, así como señalar a sus directos e indirectos impulsores.

¿Indiferencia o satisfacción?
La respuesta china al pedido mexicano constituye, cuando menos, una expresión de total indiferencia por el daño que causan sus productos, cuando no, si maliciosamente se busca insinuar otra cosa: una participación oculta en un acto de agresión. Tal vez no será tan explícita como la estrategia que planteara Hugo Chávez en su momento, el “inundar con cocaína a los Estados Unidos, hasta que ésta les salga a los gringos por las orejas”, pero no se desvía mucho de la idea. Y ciertamente, como quiera que se la mire, la propuesta del dictador venezolano es “una extensión de la política por otros medios”, en una práctica de guerra asimétrica.

Intervención militar
Siguiendo esta lógica, se escuchan ya voces entre los halcones republicanos en Estados Unidos, proponiendo, a cuenta de la pérdida de control del gobierno mexicano de los estados norteños fronterizos con Estados Unidos, en manos de grupos criminales involucrados en la producción del fentanilo y su tráfico, la intervención directa de las Fuerzas Armadas americanas dentro de territorio mexicano, con o sin el acuerdo del gobierno de México, algo que constituiría un acto de guerra idéntico al practicado, por ejemplo, por Rusia en Ucrania.

Siempre será más fácil trasladar a otros la responsabilidad que no se ha sabido asumir casa adentro, por excesivas consideraciones con delincuentes internos.

Que otros sufran
La pretensión de que la denominada “guerra contra las drogas” haya significado en la práctica, que los muertos, los daños ecológicos y la destrucción de instituciones, los hayan puesto y sufrido los productores primarios, resulta totalmente inaceptable. Sin el consumo desbocado de drogas en Estados Unidos y Europa, el Frankenstein en que se ha convertido el narcotráfico, jamás habría alcanzado las proporciones que hoy tiene, y que lo vuelven la más grave amenaza para la democracia, en América Latina, donde está pendiente, como espada de Damocles sobre una región en la que ya varios estados han sucumbido, convertidos en narcoestados, o estados fallidos, y en Asia, donde un similar destino ha sufrido Myanmar, Afganistán o Siria.

El futuro
Desde una perspectiva regional, las opciones son más bien sombrías. Los productores y cárteles locales, ante la ventaja competitiva de las drogas sintéticas, quedarán en el corto y mediano plazo, fuera del lucrativo negocio de la cocaína.

El negocio del microtráfico, que se desarrolló en la región con el desecho de la producción exportable, probablemente será reemplazado, por su bajo costo, con las drogas sintéticas, con un exponencial aumento del consumo, por la adictividad de éstas.

Con ellas, como en Estados Unidos, es previsible un importante incremento de las muertes por la dificultad de dosificación.

Caída de ingresos
Para los estados productores, significará la pérdida de importantes ingresos, aun siendo ocultos, para sus economías. El presidente Petro ha señalado que tales ingresos son mayores que las exportaciones legales de Colombia. El submundo que gira en torno a la cocaína, y que ocupa a muchísimas personas en todas sus fases, vive del dinero que en éstas se genera. Con una eventual caída de la demanda o del abaratamiento del producto para poder competir con las sintéticas, esas personas verán reducirse drásticamente sus ingresos, y a falta de otras capacidades, para mantener su “buen vivir”, se dedicarán a otras líneas delictivas, algo de lo cual se está ya viendo, con los secuestros, las vacunas, y otros delitos más siniestros, como el tráfico de personas o de órganos.

Capturar el Estado
Ninguno de éstos podrá reemplazar a las drogas como fuente de riqueza, por lo que se debe temer otro tipo de estrategia, como es la toma del Estado por el crimen organizado, para, desde el poder, administrado por unos operadores políticos afines, asegurarse para el futuro el control de la riqueza, que alcanza solo para su estrecho entorno. Este proceso está ya en aplicación en países como Haití o Venezuela, y puede perfectamente volverse el modelo regional.

Solo la apropiación del Estado, supliría la pérdida de los ingresos por la droga. Su estrategia, ya bastante avanzada en muchos países, es la cooptación de las Fuerzas Armadas, Policía, sistema de justicia y operadores políticos afines, para a partir de allí, adueñarse del Estado, para no soltarlo jamás, como se ve en países como Venezuela o Siria. Como se ve, un complicado horizonte.
Como el Dr. Fausto, el clásico personaje de la obra de Marlowe y de su reelaboración por el gran Goethe, nos enseña, nunca es buena idea el pactar con el diablo. La factura suele ser en extremo dolorosa.