Cotacachi engalanado invita a visitarlo

Autor: Ramiro Ruiz R. | RS 71


El 24 de junio de cada año con el solsticio de verano, se celebra la fiesta de San Juan. Conocida históricamente como el Inty Raimi, culto al sol en la cultura indígena quichua de la sierra. Fiesta sagrada.

La celebración festiva está marcada en el calendario agrícola. En este mes los indígenas viven dos acontecimientos: la cosechas en los primeros días del mes de junio, y la fiesta de San Juan a partir del 23.

En la cultura indígena el sol y las fases de la luna son objeto de culto, y determinan la comprensión del calendario agrícola. Tiempo de siembra, tiempo de cosecha; tiempo de invierno, tiempo de verano. Con la conquista, el culto a la naturaleza se acopló a la fiesta religiosa de San Juan Bautista. En la actualidad, aún se practica y se vive la armonía religiosa de estas ceremonias. Esta fiesta es como el día grande, o “Jatun Puncha”, como lo llaman todavía los indígenas en su idioma.

Las vísperas: Barrida del camino

El 23 de junio, muy por la mañana los indígenas barren los patios de sus casas para recibir la llegada del gran día. En la ciudad los mestizos se disfrazan, barren las calles y también anuncian la llegada de San Juan. Se ha barrido el camino de la fiesta.

El mismo día, las comunidades que tienen la imagen de San Juan, visitan la iglesia Matriz. Cada comunidad con su Fundadora celebra una misa de acción de gracias por la cosecha del maíz, sustento de la vida. Piden a Dios favores para el próximo ciclo.

Después de misa regresan a la casa de la fundadora a continuar con el festejo de las vísperas. Ella brinda mazamorra con mote, papas uchu (envueltas en achiote) caldo de gallina y cuyes. Y después aguardiente. La fundadora debe tener facilidad económica, honradez, y generosidad.

Por la noche comienza el baile al son de flautas y rondín en la casa del Capitán. El Capitán rompe el baile y sale a invitar de casa en casa con el grupo de sanjuanes. El grupo de danzantes se multiplica cada vez más.

El grupo de danzantes tienen la obligación de nombrar a los capitanes. Ellos deben infundir respeto, valentía y coraje para defender a su comunidad de la agresión de otras comunidades.

Los músicos tocan flautas, rondines y churos. Músicos y danzantes visitan las casas. El capitán dice: “Cayaca jatun puncha mican”, (mañana es el gran día). Anuncian el inicio de la gran fiesta. El dueño de casa les recibe con chicha y mote. Siguen bailando, comiendo y bebiendo. Cuando salen, el capitán agradece por las atenciones y recuerda diciendo “Cayaca San Juan mi” (Mañana es San Juan). Transcurren las horas bailando en cada casa hasta las tres o cuatro de la mañana. Es obligación de todos preparar el mote pelado, mote cosecha, ají y chicha para recibir a los sanjuanes.

Baño ritual

A medianoche los hombres adultos, entre gritos, música de flauta y churo se bañan en la vertiente o cascada de la comunidad. Lugares sagrados donde reciben energía y valor para la confrontación. El agua es vida y purifica. Ángel Guandinango dice: “Nos bañamos para no ser ociosos”.

La tierra descansa en el verano. Con las primeras lluvias debe salir de ese descanso a otro ciclo, el de siembra. La tierra exige trabajo del hombre y la mujer. Disponerse a este esfuerzo representa probarse a sí mismo y recurrir a la naturaleza, significa salir del descanso al trabajo, otra etapa de la vida. El baño ritual ha purificado el espíritu para esta confrontación.

Después del baño ritual sigue el baile de San Juan hasta las 4 de la mañana. Descansan pocas horas, y al amanecer del 24 de junio salen a ver bailar el sol, así contaba Dolores Guandinango, una india de 80 años de la comunidad de San Pedro de Cotacachi.

Los capitanes aconsejan a los bailadores: “Vamos a tomar la plaza, sin buscar pelea, pero si alguien viene contra nosotros, qué vamos a hacer”. El capitán dirige a su grupo, les cuida y protege de la confrontación con otras comunidades. Antes de bajar a plaza de la ciudad (el parque de la iglesia Matriz) les bendice y dice: “Debemos respetar a los otros y estar unidos».

Los indígenas citadinos festejan las vísperas al son de guitarras, melódicas y rondines. Algunos usan sombreros de charros, zamarros mejicanos y máscaras de tela.

Baile de San Juan

En siglo XIV, 1.300 años D C. fue un lugar rodeado de al menos 7 monumentos arquitectónicos llamados tolas. El parque se encuentra al pie de la tola más grande que fue primero cementerio indígena, y lugar de ritos y ceremonias. Luego, cementerio de españoles, indios y mestizos.

Todas las comunidades llegan bailando a tomarse la plaza. Se unen algunas y forman un grupo grande y poderoso de hombres en su mayoría jóvenes. Bailan alrededor del parque y van a la cantina de una mestiza. La dueña los recibe con alegría. Les vende chicha, aguardiente y en algunos casos brinda comida. La cantina es la casa del descanso. Es una posada segura y lugar del almuerzo comunitario. Cada comunidad tiene una de su preferencia.

El baile de los sanjuanes se caracteriza por su zapateado medianamente rápido en un solo andar, a manera de trote. Para bailar forman cuadrillas de quince o más filas. Danzan desde las comunidades indígenas hasta el parque de la ciudad. Se detienen en cada esquina a dar vueltas. Mientras gira el grupo se divide en dos círculos, uno dentro del otro. Interiormente bailan de lado a la derecha con los brazos semiabiertos, autorizando y animando a los músicos flauteros que bailan también en el centro. Los de afuera bailan a la izquierda de frente, cerrando el círculo. Luego regresan por el mismo lado.

Los capitanes o jefes bailan en el centro y afuera del círculo, vigilan a su grupo para que el baile no se disperse. Cada escuadra está en expectativa de otro grupo, y así evitan la confrontación que puede terminar en pelea sangrienta.

Bailan en cada esquina y para ir a otra, se agrupan en el centro y cantan a distintas voces jala jolojololojo, jala jolojolojolo, jala jolojolojolo y otros repiten en contra canto, jolojolojolo, jolojolojolo, jolojolojo. Este canto es característico en la fiesta de San Juan. Ponen a los danzantes en un momento de descanso.

Los capitanes ordenan “rompa, rompa, rompa” para que los sanjuanes salgan de la esquina de la misma forma que entraron. Se ubican delante de la cuadrilla para dirigirles.

Mientras bailan, las esposas, madres, hijas y hermanas custodian a los sanjuanes. Ellas cargan sus quipes (equipajes pequeños). Les siguen en el recorrido para defenderles en caso de pelea.

Cuando termina el baile, de regreso a sus casas caen embriagados en cualquier lugar del camino. La mujer permanece junto al sanjuán hasta que se reponga y puedan llegar los dos a casa. Además, las mujeres de los músicos cuidan los instrumentos musicales.

La Mesa

En las cantinas, a la hora del almuerzo, extienden un mantel largo de 15 a 20 metros compuesto por sábanas o fachalinas de las mujeres que acompañan a los Sanjuanes. Tienden el maíz tostado, mote, porotos, alverjas, habas, mellocos, papas envueltas en pepa, papauchu, aguacates, nabo, berro, queso, carne de gallina y cuy. Potajes preparados por las mujeres de cada familia de la comunidad.

El Capitán recoge la comida para poner en la mesa. Los hombres se sientan al rededor y algunas mujeres detrás de ellos para compartir, otras se agrupan entre ellas.

Antes de servirse, el rezador dice una oración en quichua: “en acción de gracias por tener un año más la oportunidad de alimentarse de los frutos cosechados”.

– En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo – dice José María Chávez, rezador de la comunidad de San Pedro-, participen de esta comida bendecida que hemos cosechado con esfuerzo y trabajo.

San Pedro

Celebran las vísperas como en San Juan. Se excluye el baño ritual, ya lo hicieron en San Juan. La fiesta se desarrolla con la misma música, danza y vestimenta.

El día del baile, 29 de junio, los hombres se disfrazan de mujeres con caretas de alambre, se nombran Huarmitucushcas (disfruto siendo mujer).

Esta fiesta es una continuación de la de San Juan y reviste mayor celebridad y entusiasmo. Convoca a una gran concentración de indígenas de las comunidades de la provincia de Imbabura. El parque central de Cotacachi es el escenario ritual de la fiesta.

Se prolonga hasta el otro día para festejar a San Pablo y Sana Lucía. Las mujeres bailan al contorno del parque formando grupos en el día dedicado a Santa Lucía. Los hombres cuidan de ellas, las protegen y les dan de comer y beber. Termina la fiesta cuando danzantes y espectadores regresan a sus casas al anochecer.

La chamiza

Tanto en la ciudad como en las comunidades, niños y adultos queman la chamiza. “Hay que calentar a San Pedro y saltar para bailar con gusto”, dice Félix Cushcagua.

Los bailes actuales

Los sanjuanes postmodernos bailan con igual tono y ritmo de guitarras, rondines y flautas. Visten de charros mejicanos, pantalones viejos de marca. Beben aguardiente puro, pero también se empinan licores embotellados. Debajo del chaleco, y atrás, en la cintura, guardan cuchillos y hasta armas de fuego. Después de las contiendas los familiares van a los hospitales de Cotacachi, Otavalo e Ibarra a visitar a sus heridos.

En cada cuadrilla zapatean algunos jóvenes blancos de Cotacachi, y por supuesto, se integran los turistas que quieren sentir el rito del baile, o la identificación sociocultural y la hecatombe de la borrachera.

Pero hay indios mirones, que no se mezclan ni quieren lidiar con el peligro. Ellos esperan la noche para bailar con “blujines”, zapatos de marca, dando pasitos de guaguas mimados, que también se van mareando al sabor de ron de caña o whisky.

Los policías toman el lugar de vigilancia en las esquinas del parque principal. Las aceras se abarrotaron de gente lista para mirar a los sanjuanes. La toma de la plaza se ha transformado en una verdadera guerra. Las armas mortales no sólo son los fuetes con alma de acero, sino los churos, guitarras, flautas, puñales y manoplas. En esa contienda algunos se trepan a las cubiertas y lozas de las casas. Desde ahí lanza con toda saña del alma reprimida. Otros destruyen cubiertas y rompen ventanas.

Cuando comienza esta refriega, los curiosos corren espavoridos. Este es el rito de la venganza entre comunidades. Zapatean sus frustraciones, su pobreza, su resentimiento y venganza. Tienen el canal de expresión en el baile de San Juan. Y cada año la población de Cotacachi tolera la ferocidad.

Por desgracia, la población se está acostumbrando a la violencia, la agresión verbal, psicológica y física. La celebración de San Juan ha perdido sus características rituales ancestrales de agradecimiento a la naturaleza y a Dios.