El continente extrañará a Sebastián Piñera

El azar quiso que Sebastián Piñera —expresidente de Chile y uno de los grandes referentes de la política latinoamericana contemporánea— encontrase un fin trágico y prematuro. Su inesperada partida ha obligado a la región a hacer un repaso, lleno de respeto y admiración, de su amplia trayectoria.

Piñera tuvo el mérito de posicionar nuevamente, en el contexto democrático, las ideas de libertad, pluralismo y gobierno limitado que tan desgastadas habían quedado al cabo de más de tres décadas de dictadura y de rígidos acuerdos de gobernabilidad. Supo, al mismo tiempo, distanciarse sabiamente tanto del autoritarismo como de los arreglos partidistas que habían terminado asfixiando a la democracia chilena. Su llegada al poder abrió la puerta a una nueva generación de políticos y funcionarios.

Sus períodos de gobierno fueron escenario de contrastes. Gestionó una de las mayores épocas de crecimiento y prosperidad en Chile —la culminación de un largo proceso interpartidista de construcción de la economía—. Tuvo que enfrentar un grave terremoto, la pandemia del covid-19 y, además, el estallido social de 2019. Estuvo a la altura de los retos históricos y, ante las protestas, actuó con prudencia y serenidad, consciente de que cualquier esfuerzo represivo abriría delicadas cicatrices del pasado reciente. El subsecuente desenlace del proceso constituyente demostró que estuvo en el lado correcto de la historia.

Pese a ser dueño de una fortuna colosal, de haberse educado dentro de la élite chilena y de haberse formado en el mundo empresarial, se entregó también al servicio público y, al hacerlo, honró la política de su país. El continente sentirá su ausencia.