Yo contagié a mi familia

Priscila Amalia González Briceño

 

Hay una sola palabra que servirá como punto de partida, la pandemia. Ha pasado ya un año del inicio de esta emergencia sanitaria, pensando que de alguna forma “lo teníamos controlado” y sin embargo, hoy puedo relatar en primera persona el contagio de mi familia.

Todo inició con un resfriado, pensando que las fuertes lluvias fueron las causantes del mismo. No podía, ni quería relacionarlo con el COVID-19 porque habíamos manejado “aparentemente bien la situación durante este año”, medidas de bioseguridad en casa, plan de bioseguridad en el lugar de trabajo, corresponsabilidad frente a esta realidad que hizo que acudiera a un centro de salud para realizarme la prueba PCR, la misma que tuvo como resultado una palabra que aunque suena bien, en estas circunstancias es lo que menos esperamos el POSITIVO.

Desde ese momento, se hicieron presentes en mi casa la Culpabilidad, la Angustia, la fuerza y las ganas de no dar tregua frente a lo que se nos venía, pensando en cómo sucedió, si no había tenido contacto con alguien que tenía el virus. Desde ese momento empezaron las llamadas, las suposiciones, tratando de entender lo que estábamos viviendo.

Entonces, ¿qué fue lo que sucedió? Resulta que después de tres días el personal de la Institución en la que presto mis servicios colapsó, se cerraron las puertas y la incertidumbre en cada uno de nosotros se hacía cada vez más grande. En aquel momento, lo único que quedaba era orar y apoyarnos para poder sobrellevar lo ocurrido.

Después de 15 días de padecer esta enfermedad, pensando que no podemos permitir que esto se agrave porque las unidades de salud están colapsadas, pensando en que ojalá no haya contagiado a más personas, estoy aquí preguntándome y quizás llevándolos a la reflexión a Ustedes lectores, ¿qué fue lo que falló? ¿En realidad sirven los planes de bioseguridad o son letra muerta? ¿Quiénes están al frente saben cómo manejarlo o simplemente figurean el puesto? ¿Hemos asumido como ciudadanos una verdadera gestión de riesgos? ¿Hemos sido empáticos? ¿Qué nos está pasando como humanidad? ¿Qué tiene que pasar para cambiar de actitud? ¿Acaso debe irse uno de los nuestros?.

Han sucedido tantas cosas, y en tan poco tiempo, que no resulta fácil seleccionar alguna respuesta sin dejar fuera otras igualmente relevantes. Probablemente, nos pasaremos los próximos años debatiendo sobre lo acontecido, entre otros motivos, por la escasa información que aún hoy tenemos sobre la apisonadora que ha triturado nuestro estilo de vida.

Esta vez fui YO, mañana puedes ser TÚ, y no se trata de buscar culpables, se trata de entender que la tribu la hacemos todos, que el mundo se para sin profesionales sanitarios, pero también sin limpiadores, conductores, productores, cuidadores, cocineros, voluntarios. Entonces, para garantizar que la vida siga adelante y que los más desfavorecidos no paguen las consecuencias de una pandemia cruelmente arbitraria, tenemos que comprender la importancia de que todos y cada uno tenemos en el engranaje de una sociedad que no puede detenerse, pero que sí debe asumir su responsabilidad de ser más humanos.

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