Si yo salto con ustedes…

NICOLÁS MERIZALDE
NICOLÁS MERIZALDE

«Porque si yo salto con ustedes, el helicóptero se nos caerá encima a todos”. Esas fueron las últimas palabras que Sebastián Piñera, expresidente de Chile, les dirigió a quienes lo acompañaban momentos antes del fatal desenlace.

Me sobrecoge imaginar ese último acto de ejemplar liderazgo. Porque quien tiene la pretensión de liderar renuncia a la comodidad, adquiere una responsabilidad que exige mucho aplomo, coherencia y cierta voluntad de sacrificio que muy pocos están dispuestos a sostener. Los líderes son excepciones a la regla de la medianía.

Piñera fue una excepción, una no exenta de sombras porque un líder es de carne y hueso, no una creación mítica. Trabajador incansable, exigente y ejemplar (no se puede ser lo uno y no lo otro), orador flojo, pero dueño de una memoria envidiable y una inteligencia ejercitada que le permitía desarrollar grandes conceptos de forma clara y sencilla. Demostró que la centro derecha chilena puede ser moderna y dialogante, vencer y convencer, tener altura en la victoria y dignidad en la derrota. Y, como sólo lo hacen los mejores, no usufructuó de la división, sino que propició -o trató en sus peores momentos- de edificar la conciliación.

Es más de lo que podemos decir de cierta oposición que, en el convulso segundo período piñerista, fueron tolerantes con la violencia, hasta defender lo indefendible por pura saña y una infantil cortedad de perspectivas.

Qué diferente a cuando tras el terremoto, se unieron fuerzas desde la divergencia que permitieron una recuperación súbita. Esa es una lección de madurez que poco se ha contagiado a la clase política de la región, expertos en sacar dividendos del espectáculo del odio.

De qué nos sirve un líder que sea como cualquiera, que no cultive la excelencia, que no controle sus traumas y rencores, que no priorice su misión a su beneficio; en fin, que salte con nosotros para acabar aplastados todos.