Un itinerario forzado y peligroso

Desechar la mediocridad
Desechar la mediocridad

Álvaro Peña Flores

Ni bien sintió un alivio por la pausa mediática que se daba por lo ocurrido con el policía Cáceres y su mujer María Belén Bernal, Luis, un policía de línea que lleva un par de años en la institución, esa mañana su corazón y su mente nuevamente se entristecieron por lo que estaba ocurriendo en la cárcel de Latacunga. En las noticias y desde dentro de la institución ya se ventilaba que habría otra masacre, como las otras siete que desde el 2021 se vienen dando en los diferentes centros penitenciarios.

Por un momento pensó que todo está tramado para que los escándalos se vengan uno tras de otro, con el fin del perjudicar la imagen del país y de hacer ver la inutilidad del presidente, pero le costaba trabajo creer que haya gente que planifique estas barbaridades; aunque el presidente desde hace rato dejó ver su indolencia y su incompetencia, detestaba la idea que el objetivo principal de su trabajo es cuidar este tipo de gentes, pero hacía de tripas corazones, todo por amor a la camiseta y a la profesión.

Ni las exhortaciones de los derechos humanos, ni los estados de excepción ni de emergencia dictados por el presidente, ni los llantos de las familias que claman que se haga justicia, ni las acciones que supuestamente se han emprendido para mejorar el sistema carcelario, ni mucho menos la inyección de capitales a estos rubros estatales, ha sido suficiente para frenar estas masacres.

Luis teme por su vida, por la vida de los suyos y de sus compañeros que se ven limitados ante cualquier emergencia como ésta; cualquier intento fallido o forzoso que se haga por defender la seguridad pública está supeditada a que, o lo metan preso o a que lo maten sin misericordia. Le regurgita el estómago pensar que tengan que levantar su cadáver de las calles.

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