Álvaro Peña Flores
“Regresaron corriendo y miraron nuevamente por la ventana. Sí, se estaba desarrollando una violenta discusión: gritos, golpes sobre la mesa, miradas penetrantes y desconfiadas, negativas furiosas. El origen del conflicto parecía ser que tanto Napoleón como el señor Pilkington habían descubierto simultáneamente un as de espadas cada uno” (George Orwell: La rebelión en la granja)
El escenario anterior es tan conocido en el país, como el famoso libro que se cita al final del párrafo, porque desde el inicio de su gestión, la Asamblea Nacional no ha dado más que ocasiones para desilusionarnos cada vez y en auge, aunque si nos remontamos a la historia legislativa del país, es la crónica de un desastre anunciado: legisladores mediocres, con nula convicción política, imbuidos de todo, menos de la ley que permita que su voz y voto generen el cambio que tanto anhela el país.
La abstención en la votación de los legisladores de la bancada UNES en el debate del viernes pasado para archivar el proyecto de ley emitido por el Presidente Lasso, ha generado una serie de reacciones de todos quienes creíamos que por parte de ellos había convicción y compromiso con el pueblo; más allá de los efectos que la ley genere en los grupos sociales y económicos del país, nos encontramos ante un escenario en el que los asambleístas solo se representan a ellos mismos y a sus caudillos que con patadas de ahogados tienen poder en lo que dicen y hacen.
Para terminar, quiero hacerlo con otra frase del memorable libro. “No había duda de la transformación ocurrida en las caras de los cerdos. Los animales asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo; y, nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro”. A estas alturas del partido ya no se puede distinguir a ninguno de los legisladores. ¿Dónde quedaría el compromiso para con el pueblo, cuando se rasgaban las vestiduras para conseguir el voto?