Eddy Arrobo Rodríguez
En los últimos días se edificó un circo en base a la figura del tenista serbio, Novak Djokovic, quien viajó a Australia sin estar vacunado contra el coronavirus, haciendo caso omiso a lo manifestado por el Primer Ministro, Scott Morrison, quien advirtió que todo visitante que intente ingresar al país tiene que estar vacunado y el que no lo está, deberá justificar sus respectivos motivos médicos. Consecuentemente, al no cumplirse con esta disposición, el gobierno australiano decidió cancelar la visa al deportista.
Ante el mencionado suceso, la diplomacia del país serbio y los abogados de Djokovic apelaron la decisión y terminaron ganando el juicio contra las autoridades australianas por revocarle su visado. Así pues, según las declaraciones del número uno del tenis mundial, este sí participará para defender su tricampeonato.
Este acontecimiento nos invita a detenernos y ser más reflexivos en torno a los esfuerzos llevados a nivel mundial para cumplir los planes de vacunación. Además, nos sitúa a todos en el debate sobre el respeto a los derechos individuales y los colectivos, pues, un simple acto, como es la no vacunación, puede traer enormes consecuencias, no solo para uno mismo sino para la comunidad.
Djokovic, el gran tenista, el héroe nacional que ha forjado sus triunfos en base a disciplina y responsabilidad, ha pasado a ser el villano, pues, su decisión de no vacunarse puede acarrear contagios a otros tenistas y al público en general, demostrando así su tozudez, al no tener conciencia social, pues su posición individual afecta a los demás y está por encima de los intereses colectivos y comunitarios. Hay que recordar que las acciones de los hombres han sido y son determinantes para la evolución de la humanidad.