Lo decimos, no por el número de candidatos que puede existir en una contienda electoral como fue el caso del histórico récord del 7 de febrero en un país pequeño geográfica y poblacionalmente, sino por el juego de azar en que se ha convertido presentarse e inscribirse como candidato ante un árbitro que no sabe ni distingue el rol tan importante y crucial de la democracia, y, con una competición que demuestra lo encarnizado, malévolo y ruin que puede convertirse llegar al poder político para gobernar sin el menor pudor y conciencia social, cual jinetes del Apocalipsis.
Al girar la ruleta el fraude, la viveza, la deshonestidad ha señalado y escogido a quienes continúan en la lid electoral para la segunda vuelta, generando el desconcierto e incomprensión de sus votantes, dejando de lado a la honestidad, la transparencia y pureza en que debe estar envuelto un acto tan delicado y trascendental, más cuando, legitimaría y enaltecería la democracia tan venida de menos desde su proceso histórico.
Se ha paralizado la ruleta hasta el 11 de abril, día en que nuevamente girará para decirnos quien será el afortunado del premio mayor. Es el momento de las ofertas, demagogias, sonrisitas (la apuesta) para que al girar, la flecha se vaya inclinando al casillero del bienaventurado, mientras la ciudadanía, así la haga rotar no será quien decida y le tocará ser un simple espectador de galería porque el encargado de custodiar la ruleta carece de toda comprensión, entendimiento e imparcialidad, no le importa los jugadores ni el futuro que deparará el giro más importante de los próximos cuatro años, total, termina el juego y se irán a países donde les acogerán como grandes iluminados y, pasará el tiempo y nadie se acordará de estos momentos turbios que hemos atravesado. Y, así, seguimos haciendo historia.