Irresponsabilidad social

Gabriel Adrián Quiñónez Díaz
Gabriel Adrián Quiñónez Díaz

Tiempo pasó en que se endiosó a la “sociedad civil”, a la ciudadanía, al pueblo, a las masas. Tiempo pasó en que parecía que el mundo feliz estaba en los espacios sociales, algo así, como una especie de reino virtual. Pero, la experiencia, y ahora la pandemia, han expuesto lo que era evidente: que si hay populismo es por la gente que vota por el caudillo, bajo el hechizo de su magia y engaño; que, si hay corrupción, es porque hay quien la ofrece y quien recibe; que el nuevo rico es objeto de admiración; y que, cada vez más personas, se deslumbran ante las habilidades del pícaro.

Yo me cuestiono si para esa “sociedad ideal” la integridad es un valor, la honradez es una meta, la responsabilidad es un signo. ¿En esa sociedad civil, casi angelical, no prospera la farsa, no es modo de ser la viveza y picardía? ¿Es un referente de la democracia entendida como tolerancia, como compromiso? ¿Me pregunto si la clase política no es hija de los que votan buscando espacios de poder, contactos y negocios? ¿No son los gobernantes producto de lo decide el evento tragicómico que llamas las elecciones?

Si algo caracteriza a esta sociedad en ocasiones impávida, es la ausencia de sentido de responsabilidad, la falta de compromiso, la carencia de respeto, la memoria selectiva, la reverencia al “gendarme necesario”.

El tema no se agota en lo público. El mal está enquistado también en lo privado, en un sistema educativo que, con raras excepciones, informa al alumno el sesgo del profesor y su carga ideológica, pero no forma personas críticas, libres de prejuicios, preparadas para ejercer las responsabilidades que impone la libertad. Esta en los que apuestan a ventajas y subsidios, en lo que medrana la sombre del Estado. Esta en la clase media arrogante, consumidora, divertida, cada vez menos identificada con los temas grandes, con la política grande.

La pandemia nos ha puesto frente al espejo de las verdades incomodas. Una de ellas, nuestra complicidad con la tragedia política, con el descalabro económico y con la ausencia de sentido nacional.

Una de ellas, la irresponsabilidad de quienes pretenden ignorar que la pandemia es cosa seria, asunto de vida o muerte. Que no es asunto de pasar la página y seguir la vida de siempre, la rumba eterna y el venenoso consumismo.

Si la irresponsabilidad es la lógica predominante en una sociedad despistada e inconsciente, no será posible enfrentar la fuerza mayor ni sus efectos, ni detener la caída de la República. Dicho sea todo esto, reconociendo las raras excepciones que acentúan la incomodidad necesaria de la verdad.

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Gabriel Adrián Quiñónez Díaz