Intelectualidad ambateña

Nicolás Merizalde

Existe una percepción, mejor dicho, un espejismo que nos hace pensar que la intelectualidad ambateña nace y muere con esos tres gigantes que marcaron con fuego nuestro siglo XIX. Nada más lejos de la verdad. Nuestra historia está felizmente plagada de mentes brillantes y talentos obstinados que, aunque ensombrecidos por una atmósfera impropia, torpe y mediocre camuflada de “intelligenza” en los últimos años han logrado levantar obras admirables y aportes significativos a nuestra vida cultural. Entre ellos el último Premio Aurelio Espinoza Pólit al que poco caso le han hecho la prensa, los políticos y los pseudo-leídos y pseudo-poetas que tanto abundan por allí…

Sin embargo, es necesario preocuparse y trabajar por el porvenir. Afortunadamente ya se empiezan a notar los primeros pliegues del futuro, uno de ellos el reciente libro de la historiadora Jessica Torres Lescano que trae una mirada fresca y cuidadosa de un período romantizado y acrítico, producto de eso que nuestro cronista Pedro Arturo Reino ha bautizado como el “síndrome del terremoto” y no es otra cosa que la epopeya que esconde la desgracia o el relato que distorsiona el error. Un libro pequeño, ameno y lleno de detalles de lo que fue el plan de reconstrucción de Ambato y Tungurahua y las tensiones entre el gobierno central y local de la época.

Nunca me ha gustado abusar de la palabra intelectual porque parece pomposa y arbitraria, pero considero que tiene sentido utilizarla si califica el trabajo de quien no sólo crea sino además contribuye de manera elocuente a la crítica que es, desde todo punto de vista, el eje de una sociedad funcional. El trabajo de Torres se encamina en esa dirección y es en consecuencia, un nuevo y prometedor nombre en una tradición que clama oxígeno: la de la “intelectualidad ambateña”.