Esperanza y progreso

Con la decisión tomada por la mayoría de ecuatorianos en las pasadas elecciones, queda demostrado que el Ecuador exige un cambio radical, tanto de actores políticos como de proyectos de gobernanza; y, no es para menos, nadie quiere vivir en una sociedad plagada de violencia, delincuencia, corrupción, inseguridad, desigualdad que, en los últimos 16 años hemos tenido que soportar y, peor aún, vivir en carne propia sin el mínimo consuelo o compromiso de los entes estatales, por falta de desunión, empatía y disputas que generaron en todo el territorio; pero, la esperanza es lo último que se pierde, hoy respiramos tranquilidad que se convertirá en tiempos de paz, unidad, bienestar y progreso.

Con el compromiso real y verdadero de quien y quienes van a dirigir la nación, es posible que podamos llegar al objetivo planteado, y la frustración no se apodere del entorno social, para ello, cada persona tiene el deber y responsabilidad de aportar con sus actitudes, en especial, quienes se encuentran en el servicio público deben demostrar que están allí por sus aptitudes y cualidades, más no, porque se han palanqueado un espacio laboral. De la misma manera, y debemos ser enfáticos en ello, los movimientos y partidos políticos tienen la obligación de actuar con transparencia y honestidad, escogiendo y designando a personas que han demostrado un valor frente al país, y no postular a cualquier aparecido que busca  servirse del Estado conjuntamente con la caterva de amigos que se apiñan en las instituciones públicas, caso palpable son los gobiernos seccionales.

Es el momento de dejar a un lado y olvidarse de los viejos movimientos y partidos políticos que son donde se fragua la politiquería y contaminan a la persona, debemos hacer de la política una verdadera práctica de servicio; por ello, renace la esperanza junto a un joven que asumido llevar las riendas de nuestro querido Ecuador por mejores derroteros.