El ser humano: su vida y su legado

Álvaro Peña
Álvaro Peña

Álvaro Peña Flores

En un arranque de alarde, Trasímaco, objetó un gran discurso de Sócrates, donde se debatían ideas sobre la justicia y la injusticia del ser humano: “… el gran secreto de Sócrates: no desea enseñar nada a los demás, mientras que va por todas partes mendigando la ciencia, sin tener que agradecerlo a nadie” (La República). 

Este pequeño extracto de aquel fantástico libro me ha puesto a pensar, cuyo propósito es justamente ese, filosofar los grandes secretos de la vida. En cosas tan sencillas, pero bien analizadas se puede descubrir el comportamiento del ser humano, su forma de vida y el legado que deja a los suyos. 

Estamos en la era en que todo debe ser contrastado, investigado, parafraseado, científicamente comprobado y, por supuesto, que no aluda a nadie, porque estamos irrumpiendo derechos que no nos es lícito cuestionarlos. En gran medida es válido este comportamiento moderno, porque nos hace más objetivos y menos ignorantes. 

La cuestión es que, ¿qué tan bien intencionados estamos para poder corregir y exigir a los demás una verdad corroborada? Hasta qué punto hoy el hombre también mendiga ciencia, pero con la intención de apocar a la gente y creerse superior a los demás. Cuántas veces hemos exigido a nuestros pares lo que nosotros no hacemos por, justamente eso, no igualarnos a nuestros semejantes.

Tertulias como las de Sócrates y otros grandes filósofos de la antigua Grecia, en las que devanaban y desplegaba cuestiones básicas de la vida, del hombre, de la sociedad y del mundo en general, nos hacen falta hoy. Quizá serían el resultado de elegir un buen presidente, de elegir una buena pareja sentimental, elegir una buena educación o quizá, de elegir una forma de vida más humana y con propósito. Se debería aprender a debatir mejor el decurso de la vida.

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