El castigo, la delincuencia

Iván Paredes

Coches bomba, atentados, asesinatos en masa, caos, descontrol, en fin, el Ecuador está atravesando por el peor momento de su historia en lo referente a la inseguridad que amedrenta a toda su población, sin que nada o nadie pueda parar o frenar esta conducta que ha ganado espacio.

Al contrario, se convierte en una herramienta para salir de la pobreza, ocupar distinción por el poder económico que se obtiene, ya que, en las sociedades modernas, no importa cómo se adquiera, lo que cuenta es demostrarlo, en sociedades de cristal que abrirán las puertas; es más, busca apoderarse del poder estatal para que campee la impunidad y sus malhechores puedan ingresar al país sin ningún pudor, haciéndose las víctimas y tener a toda la población sometida al imperio del caos y la fechoría. Ese es el castigo que tocará vivir, por no razonar y dejar que un grupo de forajidos sin el mínimo respeto ni la correcta moral lleguen a ocupar las riendas de la hacienda pública.

Ya no es cuestión del desempleo o de la falta de oportunidades, hoy la delincuencia ha adquirido otra matiz social compuesta de prácticas y creencias que desdibujan principios y creencias sociales, como el señalar que todas las personas poderosas deben asesinar para alcanzar sus objetivos y, al hacerlo se logra demostrar su potencial, lo que representa grandes avances para la humanidad, este análisis, lo hizo Mijail Petróvich, en su novela publicada en 1874. Organizarse para generar actos delictivos sin importar la vida de personas inocentes, no puede ser justificado por la falta de trabajo, el nivel de compromiso, seguridad, apego que les brinda este tipo de organizaciones que están de la mano con sectores políticos, hacen que personas de cualquier posición, social, económica, religiosa, busquen estar en la burbuja inmoral generada por el castigo de desunión y solidaridad entre ecuatorianos.