Dilemas éticos

Juan Francisco Mora

La concepción teórica del Estado, sus instituciones y las leyes que lo regulan nos harían pensar que a Ecuador se lo puede considerar una sociedad avanzada, desarrollada y de vanguardia. En papeles, claro está. Si el diseño conceptual es adecuado, ¿por qué no funciona este país?

La distancia entre lo que está escrito y la realidad actual se define por la forma en que las personas ejercen el poder y actúan frente a las normas que rigen el Estado ecuatoriano. No desde hoy, sino desde siempre.

Igualmente, desde la vereda opuesta, se supondría que los ciudadanos deberíamos actuar de manera ejemplar y disfrutar de un marco legal que regula nuestras relaciones y garantiza nuestros derechos. Entonces, ¿por qué una parte de nuestra sociedad está descompuesta?

Hay un factor esencial que hace la diferencia: nuestro comportamiento ético. La ética es la línea que separa lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer, no desde la imposición, sino por la convicción personal de cómo debemos proceder (aunque nadie nos vea o regule).

Es decir, nuestro país está como está no por su modelo estructural y legal, sino por la forma en que los ecuatorianos actuamos dentro de ese marco regulatorio. Aquí algunos ejemplos:

La ética es la diferencia entre una aplicación correcta de la justicia y un sistema laxo, como en aquellos casos en los cuales algunas de sus decisiones aparentemente podrían dirimirse a favor del mejor postor.

La ética es la diferencia entre una contratación pública honesta y los casos de corrupción en las compras, posiblemente basado en el tamaño de la coima. Coima solicitada o coima ofrecida.

La ética es la diferencia entre una fuerza pública heroica que nos protege y aquellos casos en los cuales parecería que alguno de sus miembros estarían “engranados” con la delincuencia y las mafias transnacionales.

La ética es la diferencia entre un servicio público eficiente y los casos en los cuales si no hay “para las colitas”, ningún trámite avanza. Sea que se pide o se ofrece.

En conclusión: en teoría y en papeles el Ecuador debería ser un país del primer mundo. Lo que en realidad somos hoy es el resultado de nuestras decisiones éticas. ¿Cómo quiere usted que sea el país que les va a heredar a sus hijos?